El Camino Excelente del Amor
Wikipedia, la enciclopedia gratuita, enumera cinco palabras griegas para la palabra amor. Estas son: Aga’pe, E’ros, Phili’a, Storge‘ y Xeni’a. Examinemos brevemente cada una.
Aga’pe en el griego antiguo, generalmente, se refería a un tipo de amor “puro”, ideal, en vez de a la atracción física sugerida por E’ros. Por ejemplo, en las Escrituras Griegas Cristianas, este tipo de amor se usa para describir el amor de Dios por la humanidad.
E’ros es el amor apasionado, con deseo sensual y ansia. La palabra en el griega actual erotas significa amor (romántico).
Phili’a es amistad en el griego moderno, un amor virtuoso, desapasionado. Incluye la lealtad a los amigos, familia y comunidad, y exige virtud, igualdad y familiaridad.
Storge’ es afecto, el afecto natural, como aquél que sienten los padres por los hijos.
Xeni’a significa hospitalidad en el griego moderno y era una práctica sumamente importante en la antigua Grecia. Era una amistad casi ritualizada, formada entre un anfitrión y su invitado, que podrían no conocerse con anterioridad.
Las Escrituras Griegas Cristianas nos dan una visión especial sobre el significado del amor desde la perspectiva de Dios. Por ejemplo, Jesus dijo: “Amen a sus enemigos y oren por los que les persiguen” (Mateo 5:44) En primer lugar, puede ser bastante difícil relacionarlo con tal amonestación, especialmente si pensarmos en el amor del modo en el que se suele usar hoy.
Claro, la amonestación de Jesús: “Amen a sus enemigos”, no está dirigida en lenguaje de tierno afecto. Más bien, se basa totalmente en principios. Se rige por una sincera preocupación por el bienestar de los demás. Se trata de sincera devoción a lo que es justo. Este es el significado bíblico del amor, tal como lo usó Cristo Jesus. Nuestro debate de hoy incidirá en este aspecto único del amor.
La ayuda para el estudio de la Biblia, Perspicacia para Comprender las Escrituras, (Vol. 1, pág. 119) provee valiosa información sobre la palabra amor, tal como se usa en las Escrituras. Declara: “Las palabras hebreas que se utilizan principalmente para denotar amor en los sentidos supracitados son ʼa·hév y ʼa·háv (amar), junto con el sustantivo ʼa·haváh (amor)…”
Luego, declara que: “Las Escrituras Griegas Cristianas emplean principalmente formas de las palabras a·gá·pē, fi·lí·a y dos palabras derivadas de stor·guḗ. A·gá·pē aparece con más frecuencia que los otros términos, mientras que é·ros, amor sexual, no se emplea.”
Continúa: “El Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento (de W. E. Vine, 1984, vol. 1, pág. 87) dice sobre el sustantivo a·gá·pē y la forma verbal a·ga·pá·ō: “El amor sólo puede ser conocido en base de las acciones que provoca. El amor de Dios se ve en la dádiva de Su Hijo, 1 Jn 4:9, 10. Pero es evidente que no se trata de un amor basado en la complacencia, ni afecto, esto es, no fue causado por ninguna excelencia en sus objetos, Ro 5:8. Se trató de un ejercicio de la voluntad divina en una elección deliberada, hecha sin otra causa que aquella que proviene de la naturaleza del mismo Dios, cp. Dt 7:7, 8”.
Consideremos estos ejemplos bíblicos dados por Vine.
1 Juan 4:9, 10 declara: “Por esto, el amor de Dios se manifestó en nuestro caso, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que podamos obtener la vida mediante él. El amor, en este respecto radica, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros pecados.” Este es el amor basado en principios demostrado mediante acción de parte de Dios. Es el amor proactivo.
Romanos 5:8 declara: “Pero Dios recomienda su propio amor a nosotros, en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” Una vez más, vemos el amor proactivo de Dios, agap’pe, en acción. Cuando Pablo dice: “Dios recomienda su propio amor a nosotros,” él está realmente diciendo que Dios actuó en primer lugar, y que él nos anima a imitar ese tipo de amor al tratar con los demás.
La cuestión planteada por el Diccionario Expositivo de Vine es que el amor de Dios para con la raza humana fue demostrado a pesar de que la humanidad no había hecho nada para merecerlo. Esto es porque el amor de Dios, amor aga’pe, es amor basado en principios. Es amor proactivo.
Dios también desplega otro aspecto del amor, phili’a, o afecto. Lo hizo así, por ejemplo, en el momento del bautismo de Jesús, cuando dijo: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.” (Mateo 3:17) Dios muestra tal afecto por los demás también, a aquellos que ejercen fe en su Hijo y obedecen sus justas leyes.
El tercer texto bíblico citado en Vine es Deuteronomio 7:7,8, que suministra evidencia adicional de la naturaleza proactiva del amor de Dios. La (TNM) vierte este texto así: “No porque ustedes fueran el más populoso de todos los pueblos les mostró Jehová afecto de modo que los escogiera, porque eran el más pequeño de todos los pueblos. Antes bien, por amarlos Jehová, y por guardar la declaración jurada que había jurado a sus antepasados, Jehová los sacó con mano fuerte, para redimirlos de la casa de esclavos, de la mano de Faraón el rey de Egipto.”
La (NVI) traduce este pasaje de forma un tanto similar, mostrando que Dios tenía afecto por Israel, porque tenía amor por ellos. En otras palabras, el afecto de Dios por Israel fue el resultado de su amor por ellos, basado en principios. Muchas traducciones de la Biblia no muestran esta importante diferencia. Traducen estos dos versículos un poco parecido a la (KJV), que declara: “El Señor no puso su amor en ustedes, ni los escogió, porque fuesen más numerosos… Sino porque el Señor los amó, y porque quiso guardar el juramento que había jurado a sus padres…”
Notará que Dios mostró afecto por Israel, porque los amaba. Y, ¿por qué fue así? Fue “debido a que Él guardó la declaración jurada que había jurado a (sus) antepasados.” Dios demostró amor basado en principios, debido a su juramento a sus antepasados. Mirando esto desde una óptica diferente, Dios mostró afecto para con Israel debido a su amor proactivo en lo que respecta al juramento que hizo a sus antepasados.
Respecto al verbo phile’o, Vine comenta: “Debe distinguirse de agapa’o en esto, que phile’o, representa más casi tierno afecto.”
La Concordancia Exhaustiva de la Biblia por James Strong, en su diccionario griego (1890, págs. 75, 76), señala bajo phile’o: Para ser un amigo (encariñado con un individuo o con un objeto), o sea, tener afecto por (que denota apego personal, como una cuestión de sentimiento o sensación; mientras que (agapa’o) es más amplio, abarca de forma especial el juicio y la aprobación deliberada de la voluntad como una cuestión de principios, deber y propiedad …).”
Aga’pe, por tanto, tiene el significado de amor guiado por principios. Puede, o no, incluir afecto y cariño. El que aga’pe puede incluir afecto y cariño se evidencia en muchos pasajes. En Juan 10:35, Jesús dijo: “El Padre ama (agapai’) al Hijo.” En Juan 5:20, él dijo: “el Padre tiene afecto (philei’) por el Hijo.” Ciertamente, el amor de Dios por Jesucristo está asociado con mucho cariño. Jesús explicó: “Aquél que me ama (agapon’) será amado (agapethe’setai) por mi Padre, y yo le amaré (agape’so).”(Juan 14:21) El amor del Padre y del Hijo va acompañado de tierno afecto para con los destinatarios de tal amor. Claro está, a los adoradores de Dios (de quienes se espera que correspondan a tal amor).” – Juan 21:15-17.
Perspicacia para Comprender las Escrituras también tiene esto que decir: “Por lo tanto, aunque a·gá·pē se distingue por su respeto a los principios, no es insensible; de otro modo, no se diferenciaría de la justicia fría. No obstante, no lo gobiernan la emoción o el sentimentalismo; nunca pasa por alto los principios. Los cristianos correctamente muestran a·gá·pē a otros hacia quienes quizás no sientan ningún afecto o simpatía, pero lo hacen por su bienestar. (Gál 6:10.) Ahora bien, aunque no les tienen afecto, sienten compasión e interés sincero por tales seres humanos, pero dentro de los límites y a la manera que permiten y mandan los principios justos.
Sin embargo, si bien a·gá·pē se refiere al amor gobernado por principios, estos pueden ser buenos o malos. Cabe la posibilidad de expresar una clase incorrecta de a·gá·pē, guiado por principios malos. Por ejemplo, Jesús dijo: “Si ustedes aman [a·ga·pá·te] a los que los aman, ¿de qué mérito les es? Porque hasta los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien a los que les hacen bien, ¿de qué mérito, realmente, les es a ustedes? Hasta los pecadores hacen lo mismo. También, si prestan sin interés a aquellos de quienes esperan recibir, ¿de qué mérito les es? Hasta los pecadores prestan sin interés a los pecadores para que se les devuelva otro tanto”. (Lu 6:32-34.).
Como ya hemos considerado, Jesús mandó: “Continúen amando [a·ga·pá·te] a sus enemigos”. (Mt 5:44.) Fue Dios mismo quien estableció este principio, pues Pablo dijo: “Dios recomienda su propio amor [a·gá·pēn] a nosotros en que, mientras todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros […]. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida”. (Ro 5:8-10.) Un ejemplo sobresaliente de ese amor se ve en los tratos de Dios con Saulo de Tarso, quien llegó a ser el apóstol Pablo. (Hch 9:1-16; 1Ti 1:15.) Por lo tanto, el amar a nuestros enemigos debería regirse por el principio que Dios ha establecido, y ese amor debería ejercerse en obediencia a sus mandamientos, tanto si entraña cierto cariño o afecto, como si no.” (Fin de la cita).
Entender la palabra griega aga’pe debe darnos una mejor comprensión de lo que Juan quiso decir cuando dijo: “Dios es amor.” (1 Juan 4:8) Debe capacitarnos para ver a nuestro Padre Celestial como la mismísima personificación del amor aga’pe. Lo que esto significa es que nuestro Creador actúa proactivamente para con su creación. Él hace el primer movimiento, por decirlo así. ¡Qué maravilloso Dios y Padre tenemos! Como hijos suyos, debemos querer imitar esa clase de amor en nuestra vida diaria. En verdad, tenemos la propia amonestación de Jesús para hacerlo así, pues dijo: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros, así como yo les he amado, que también se amen los unos a los otros.” (Juan 13:34).
La importancia de este tipo de amor lo mostró Jesús aún más, como fue registrado en Mateo 22:37-40. Él dijo: “Debes amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este, ‘Debes amar a tu prójimo como a ti mismo’.” Él concluye sus comentarios diciendo: “De estos dos mandamientos pende toda la ley, y los profetas.” Aga’pe se usa en este caso también, mostrando que los tratos de Dios con la raza humana están basados en aga’pe, amor basado en principios, y que Él espera lo mismo de nosotros.
Debido a que “Dios es amor”, Él es proactivo en todo lo que hace. No extraño que las Santas Escrituras definan el amor, (aga’pe) como una cualidad de acción. El amor no se centra en sí mismo, sino en las necesidades de los demás. En 1 Corintios 13:1-3, hallamos las declaraciones de Pablo sobre la importancia del amor. Él muestra claramente que el amor es preeminente.
Él escribe: “Si yo hablase en las lenguas de los hombres y de los ángeles, mas no tuviera amor, me volvería un pedazo de bronce o un címbalo estruendoso. Y si tuviera el don de profetizar y estuviera familiarizado con todos los secretos sagrados y todo conocimiento, y si tuviera la fe, como para trasladar montañas, mas no tuviera amor, nada soy. Y si diera todos mis bienes para alimentar a otros, y si entregara mi cuerpo, para poderme gloriar, mas no tuviera amor, de nada absolutamente me aprovecha.”
Luego, en los versículos 4-8, él da una explicación detallada de lo que es el amor. Obviamente, sería difícil explicar lo que es el amor sin mostrar qué hace, o cómo actúa. Después de todo, el amor es proactivo. Aquí está como Pablo explica el amor.
“El amor es paciente y bondadoso“:
Como seres humanos imperfectos, necesitamos soportarnos los unos a los otros con amor. Aunque esto pueda ser difícil, especialmente para con aquellos de quienes pensamos que deberíamos conocer mejor. Una vez vi un adhesivo para parachoques que tenía la inscripción: “Los cristianos no son perfectos, sólo perdonados.” A veces, tenemos la tendencia a olvidar eso. Pablo aconseja a los cristianos a “soportarse los unos a los otros con amor.” Por otro lado, podríamos hallarnos en una situación muy difícil. En un caso así, sería bueno recordar lo que Pedro escribió en 1 Pedro 2:20 “Pues, ¿qué mérito hay en que, cuando están pecando y siendo golpeados, ustedes lo aguantan? Mas si, cuando están haciendo el bien y sufren, lo aguantan, eso es algo agradable a Dios.”
Pablo menciona la bondad junto con la longanimidad por una muy buena razón. Cuando los demás son duros o crueles en sus acciones o palabras, uno puede sentirse tentado a responder del mismo modo. Si bien tal comportamiento por parte del otro puede ser inexcusable, nunca deberíamos reaccionar así. Eso sólo empeoraría las cosas. Es más, si la otra parte sabe que somos cristianos, podrían tropezar. Es mucho mejor sujetar nuestra lengua, pensar en el asunto, y luego responder con amor basado en principios, (aga’pe) haciéndolo con bondad.
“El amor no es celoso”:
Los celos son resentimiento o envidia de las ventajas del otro, de sus logros o privilegios. También se define como sospecha temerosa del otro. Por extraño que parezca, la envidia lastima, no a su objeto, sino a aquél de quien emana. Si tenemos amor como el de Dios, aga’pe, es imposible que nos comportemos así. El amor es una protección proactiva para nosotros.
El amor “no se jacta, no se envanece”:
El amor nos va a proteger de un espíritu orgulloso y arrogante. Cuán importante es esto, pues “El orgullo viene antes de la caída.” (Prov. 16:18) Algunas personas tienen habilidades y dones excepcionares. Y el amor ayuda a tener la perspectiva adecuada de tales habilidades y dones. En 1 Corintios 4:6-7, Pablo escribe: “No vayan más allá de las cosas que están escritas”, a fin de que no se vuelvan arrogantes individualmente a favor del uno contra el otro. Pues, ¿quién les hace diferir del otro? En verdad, ¿qué tienes que no hayas recibido? Si, ahora, tú, de hecho, (lo) recibiste, ¿por qué te glorías, como si no (lo) hubieras recibido?” El amor es una protección real, pues nos ayuda a ganar objetividad y a permanecer humildes.
El amor “no se porta indecentemente”:
El amor es cortés y bien educado, no sólo en compañerismo cristiano, sino también en el trabajo, con personas que podrían no ser cristianas. A veces, entre no cristianos, uno podría estar expuesto al habla vulgar y bromear obsceno. El amor cristiano no tomará parte en ese tipo de conducta. En Efesios 5:3,4 Pablo escribe: “Que la fornicación y la inmundicia de todo tipo, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes, así como es propio de personas santas; ni conducta vergonzosa, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son apropiadas, sino más bien, el dar gracias.” Y cuando Pablo escribió a los Colosenses, dijo: “Mas ahora, aléjense, realmente, de todo eso, enojo, ira, maldad, habla injuriosa y habla obscena de su boca.” (3:8) Es evidente que, el amor no se porta indecentemente.
El amor “no procura sus propios intereses”:
Una vez más, vemos que el amor pasa a un primer plano de forma positiva, proactiva, buscando oportunidades de ser útil a los demás. El apóstol Pablo dio un buen ejemplo en este aspecto. En su primera carta a los Corintios (9:23), escribió: “Mas yo hago todas las cosas por causa de las buenas nuevas, para hacerme partícipe de estas con (los demás).” Si bien debemos tener cuidado para no inmiscuirmos en los asuntos ajenos, debemos estar atentos a las oportunidades en las que podemos ser útiles. A veces, las cosas que hacemos podrían parecer insignificantes. Por ejemplo, saludar con gusto a una persona y hacer que se sienta querida, mostrar que nos preocupamos por ella puede ser lo más benificioso. En otros casos, podemos usar nuestros recursos cuando otros están en necesidad. Los primeros cristianos hicieron eso. Abrir nuestra casa a un estudio de la Biblia es un buen ejemplo de no buscar nuestros propios intereses. Ese tipo de sacrificio exige amor, amor aga’pe.
El amor “no se siente provocado”:
En el transcurso de la vida, hay muchas cosas que pueden servir como causa de provocación. La cuestión a considerar es si somos propensos a reaccionar o responder. En situaciones similares, la mayoría de las personas reaccionarían. Tomarían represalias en palabra o acción. Pero el amor no se siente provocado. No se siente ofendido con facilidad. La vía del amor es la respuesta que favorece el camino de la bondad, no la beligerancia. Como señala Gálatas 5:20, los “arrebatos de ira” son “obras de la carne.” El amor nos protegerá de tal derrotero.
El amor “no lleva cuenta del daño”:
Cuando se nos ofende o se nos “hiere”, es importante que perdonemos y sigamos adelante con nuestra vida. Esto es cierto por dos razones. Primero, abrigar resentimiento es muy perjudicial para uno. Es muy parecido a los celos. El mayor daño causado no es para con aquél que es el objeto de nuestro resentimiento, sino al igual que con los celos, el daño se inflige sobre uno mismo. De hecho, han habido casos en que la gente ha abrigado resentimiento por muchos años contra otro, pero que la otra parte no estaba consciente de ello. ¿Puede adivinar la salud de quién sufrió? La segunda y más importante razón por la que no debemos lleva cuenta del daño es que Dios nos dice que no lo hagamos. Jesús dio muchas ilustraciones para mostrar cómo se siente Dios respecto al perdón. Y para estar seguros de que captamos el concepto, en la oración modelo él nos enseñó a orar: “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.” Por tanto, si tendemos a llevar cuenta del daño, en realidad le estamos pidiendo a Dios que haga lo mismo con nosotros.
El amor “no se regocija con la injusticia sino que se regocija con la verdad”:
El amor no puede regocijarse con la injusticia. No puede regocijarse con las obras de la carne. El amor se regocija con la verdad, porque la verdad es justa. La verdad emana de Dios, así como lo hace el amor. Por esta razón, siempre debemos defender la verdad, incluso aunque eso signifique sentirse incomodados por tal posición. En la oración de Jesús a su Padre Celestial, él oró: “Santifícalos por medio de la verdad, tu palabra es la verdad.” Las Escrituras inspiradas son producto del espíritu santo de Dios, y cuando leemos la palabra de Dios, recibimos el espíritu santo. Hacerlo así, nos ayudará a regocijarnos con la verdad.
El amor “todo lo sufre”:
El amor está dispuesto a sufrir o a aguantar muchas cosas. Quizá el mejor ejemplo de esto es la relación padre/hijo. Cuando los hijos son pequeños, necesitan una gran dosis de atención. Por lo general, eso exige sacrificar el descanso y sueño necesario, pero los padres aprenden a soportar esa carga. Conforme los hijos crecen, pueden surgir otras cosas, cosas con las que tal vez no concordemos. Pero, siempre que la verdad no esté comprometida, continuaremos soportándolas. Por otro lado, este principio se extiende más allá de nuestra familia inmediata. El amor nos ayudará a soportar todas las cosas.
El amor “todo lo cree”:
El amor no es desconfiado, poniendo en duda cada movimiento que hace la gente. El amor concede a las personas el beneficio de la duda. Sin embargo, no es crédulo, creyendo todo lo que las personas dicen sin comprobarlo. Aunque los primeros cristianos aceptaron las Escrituras como verdad, al igual que recibieron los escritos de los apóstoles y discípulos, Juan les advirtió, diciendo: “Amados, no crean toda expresion inspirada, sino prueben las expresiones inspiradas para ver si se originan de Dios.” (1 Juan 4:1) Es el camino de la sabiduría que hagamos lo mismo. Debemos verificar toda expresión inspirada (es decir, las cosas que los cristianos puedan escribirnos, o decirnos) en contra de la palabra de Dios, tal como ellos lo hicieron.
El amor “todo lo espera”:
El amor espera en lo que Dios ha prometido en su palabra, y espera pacientemente su cumplimiento. Nuestra esperanza también descansa en Dios, en que Él continuará atrayendo a las personas a su Hijo. Por esta razón, nosotros valientemente declaramos nuestra fe a otros, hablándoles sobre Dios y sus promesas maravillosas, y cómo ellos pueden regresar a Él mediante ejercer fe en Cristo Jesús.
El amor “todo lo soporta”:
El amor nos ayudará a mantener integridad para con Dios en nuestro cristiano andar. Nos ayudará a superar todos y cada uno de los obstáculos en el camino que lleva a la vida, y a permanecer fieles, hasta el mismo fin. Sea que eso signifique que el fin de “esta era”, o el fin de nuestra vida, eso, en realidad, es irrelevante, ya que se nos ha prometido una resurrección de entre los muertos.
“El amor nunca falla”:
El amor nunca falla, porque Dios es amor y el amor es su modo de hacer las cosas. Cuando Pablo escribió a los corintios, explicando qué es el amor, hizo esta observación final: “Ahora, sin embargo, permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres, pero el mayor de estos es el amor.” (1 Corintios 13:13).
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Traducción: Luisa Blanes.