Predicciones y Presuncion

Si el profeta habla en el nombre de Jehová y las palabras no se cumplen ni se hacen realidad, entonces Jehová no ha dicho esas palabras. El profeta las ha dicho con arrogancia. No debes tenerle miedo. — Deuteronomio 18: 22.

Si nos viéramos en la alternativa de tener que elegir, es preferible optar por mantener un deseo intenso a mostrarse apáticos con respecto al prometido regreso de Jesucristo. Los cristianos primitivos no mostraron indiferencia ante ese deseado evento.

Hace unos años vi un programa de televisión en el que un responsable de relaciones públicas de la sucursal canadiense de los testigos de Jehová, Walter Graham, contestó a preguntas relacionadas con el fracaso de ciertas predicciones con respecto al regreso de Cristo. Dijo que, de haber alguna culpabilidad al respecto imputable a los Testigos de Jehová, tendría su explicación únicamente en “nuestro anhelo por ver vindicado el nombre de Dios y a su reino gobernando en la tierra”.

Creo que la mayoría de la gente estará de acuerdo en que es humano que, en un momento dado, se cometan errores cuando se habla con ligereza, permitiendo que lo que no es más que mera imaginación, un deseo intenso por alguna cosa o quizá un momento de entusiasmo ante algo, termine por ejercer influencia en nuestro juicio al grado de llevarnos a conclusiones apresuradas. Todos hemos experimentado algo semejante en algún momento de nuestra vida. En todo caso, si la cuestión no pasara de ahí, no habría motivos para sentirse preocupados.

Pero creo que no es eso lo único que hay envuelto. En este caso la cosa va más allá, hay factores más serios que lo que pudiéramos considerar como un error ocasional que cualquiera de nosotros pudiera cometer. Eso es así, si tenemos en cuenta que unas predicciones determinadas tuvieron marcada influencia en aspectos vitales de los intereses de muchas personas.

Algo que merece más que un trato superficial es el hecho de que el Cuerpo Gobernante considera que los Testigos de Jehová, al menos los de la “clase ungida” (a la que pertenecen todos los miembros del Cuerpo Gobernante), desempeñan el papel de “profeta”, habiéndoles sido encomendada tan alta responsabilidad por Dios mismo.

Así la revista La Atalaya del 1 de septiembre de 1972, página 517, incluía un artículo titulado “Sabrán que había un profeta en medio de ellos”. Ese artículo hacía surgir la cuestión con respecto a si Jehová Dios tiene, en tiempos modernos, un profeta que ayude a la gente, “para advertirles de los peligros y declararles las cosas venideras”. Respondía que sí, que los hechos mostraban la existencia de dicho profeta.

IDENTIFICANDO AL “PROFETA”
Estas preguntas pueden contestarse afirmativamente. ¿Quién es este profeta?

… Sin embargo, Jehová no dejó que el pueblo de la cristiandad, guiado por el clero, se quedara sin advertencia de que la Sociedad de Naciones era un sustituto falsificado del reino verdadero de Dios. Tenía un “profeta” para advertir a la gente. Este “profeta” no era un solo hombre, sino que era un cuerpo de hombres y mujeres. Era el grupito de seguidores de los pasos de Jesucristo, que se conocían en ese tiempo como Estudiantes Internacionales de la Biblia. Hoy se les conoce como testigos cristianos de Jehová. Todavía están proclamando una advertencia, y se han unido a ellos y los han ayudado en su obra comisionada centenares de miles de personas que han escuchado su mensaje con convencimiento.

Por supuesto, es fácil decir que este grupo actúa como “profeta” de Dios. Otra cosa es probarlo. La única manera en que se puede hacer esto es repasando el registro. ¿Qué muestra éste?

Con posterioridad a eso La Atalaya del 1 de mayo de 1997, en la página 8, decía:

JEHOVA DIOS es el Gran Identificador de sus mensajeros verdaderos. Los identifica haciendo que se cumplan los mensajes que envía mediante ellos. También es el Gran Desenmascarador de los mensajeros falsos. ¿Cómo los desenmascara? Frustrando sus señales y predicciones. De ese modo muestra que se han erigido a sí mismos en pronosticadores y que sus mensajes provienen en realidad de su propio razonamiento erróneo, sí, de sus ideas insensatas, carnales.

En la primera de estas citas La Atalaya establece que lo que confirma al profeta del día moderno (papel asignado al cuerpo de ungidos de los testigos de Jehová) es su “registro”. En el segundo caso sigue el criterio de que es Jehová el que identifica a sus auténticos enviados, haciendo que sus mensajes “se cumplan”, al tiempo que desenmascara a los mensajeros falsos “frustrando sus señales y predicciones”. Si aplicamos estos criterios ¿qué es lo que encontramos?

El “registro” histórico es digno de analizar. Hasta la propia central de la organización reconoce la existencia de errores. Una mañana del año 1980, Fred Franz, presidente de la Sociedad y que conducía la consideración del texto diario en la casa Betel de Brooklyn, expuso a la familia de las oficinas centrales sus recuerdos sobre las expectativas que habían depositado en el año 1925, marcado como el tiempo en el que había de manifestarse el reino milenario de Cristo sobre la tierra. Citó al Juez Rutherford como habiendo dicho después en relación a sus propias predicciones: “Reconozco que hice el burro”.1

Para la organización estos errores no son más que mera evidencia de la imperfección humana, así como la consecuencia de un gran anhelo por ver el cumplimiento de las promesas divinas. Creo que, en este caso, el registro significa mucho más que todo eso.

Una cosa es que un hombre se dedique a “hacer el burro” por querer ver realizado algo, y otra muy distinta es obligar a los demás a que acepten su punto de vista, criticándolos en caso de que no acepten su opinión y hasta cuestionar su fe y poner en duda sus motivaciones si no ven las cosas de la misma manera que él.

Todavía más grave es que eso lo haga una organización que a sí misma se presenta como portavoz divinamente nombrado para la humanidad entera y que lo siga haciendo de modo reiterado, no por unos días o du rante algunos meses, sino por años y décadas y de manera universal. No puede eludir su responsabilidad por las consecuencias de todo ello con la simple excusa de que “nadie es perfecto”.

Nadie lo es, en efecto, pero cada cual ha de cargar con la responsabilidad de todo aquello que hace. Y es especialmente cierto cuando de nuestros actos se derivan efectos dramáticos en algo tan importante y personal como la relación de otros para con Dios.

No es asunto de menor gravedad el que un grupo de hombres que se muestra dividido en cuanto a las predicciones para una determinada fecha, se presenta, no obstante, ante sus seguidores con la apariencia de una unanimidad monolítica y les anima a que depositen una confianza sin límites en tales predicciones.

Doy por sentado que fue debido a mi experiencia dentro del Cuerpo Gobernante el haberme percatado de la realidad y el alcance de todos estos hechos. Durante mis primeros veinte años aproximadamente de asociación activa con los Testigos de Jehová apenas tuve una vaga idea con respecto a predicciones fallidas del pasado, a lo que no le concedí importancia alguna. No manifesté interés al respecto por la literatura hostil a nuestra enseñanza. A partir de finales de la década de los 1950s hubo menciones a aquellos fallos en determinadas publicaciones de la Sociedad como Los Testigos de Jehová en el propósito divino (una historia de la organización) y el libro Fe en marcha, patrocinado por la Sociedad, pero lo hicieron de una manera que les quitaba cualquier trascendencia. Así lo consideré yo también.

Faith on the March (A. H. MacMillan, 1957)
Jehovah’s Witnesses in the Divine Purpose (1959)

No fue sino hasta finales de los años 1970s cuando adquirí conciencia de la gravedad de aquello. Llegué a ser consciente de ello, no a través de la llamada “literatura hostil”, sino por las propias publicaciones de la Watch Tower, así como por medio de testigos activos respetados y, entre ellos, miembros del Cuerpo Gobernante.

1914 es la fecha fundamental en torno a la cual descansa una parte importante de la estructura doctrinal y autoritaria de los Testigos de Jehová. Al día de hoy aún sostienen las siguientes doctrinas asociadas con esa fecha:

Que en 1914 Jesucristo llegó a estar “presente” de modo invisible para los ojos humanos, dando comienzo a un período de juicio para todos los que profesan ser seguidores suyos y para el mundo entero.

Que en 1914 tuvo lugar el comienzo efectivo de su reinado sobre el mundo, asumiendo oficialmente el poder mediante su reino.

Que 1914 marca el comienzo de los “últimos días” o “tiempo del fin” predicho en la Biblia.

Que tres años y medio después de 1914 (en 1918) dio comienzo la resurrección de los cristianos que permanecían dormidos en la muerte, desde el tiempo de los apóstoles en adelante.

Que para ese tiempo (1918) los seguidores verdaderos de Cristo entraron en un cautiverio espiritual a Babilonia la Grande, siendo liberados un año más tarde (1919) y reconocidos colectivamente porJesucristo como su “esclavo fiel y discreto”, la agencia elegida para dirigir su trabajo y velar por sus intereses en la tierra, constituyéndose en el único canal para proporcionar guía y luz a sus siervos por toda la tierra.

Que, a partir de entonces, se ha estado efectuando el trabajo final de la “cosecha” que determinará el destino definitivo de salvación o de condena a la destrucción.

Cualquier debilitamiento en lo que esa fecha clave de 1914 representa llevaría consigo un grave deterioro en la totalidad de la superestructura doctrinal (que se ha descrito) que en la misma encuentra su punto de referencia. Quedaría igualmente dañada la pretensión de creerse revestidos de autoridad especial quienes actúan como portavoz oficial de la clase del “esclavo fiel y discreto”.

La eliminación de todo el significado atribuido a dicha fecha supondría el derrumbe total del entramado doctrinal y de la autoridad con la que ha sido revestida la organización, cuyo fundamento reside en lo que 1914 representa para ella. Así de trascendente es.

Aún así, pocos testigos hoy saben que durante casi medio siglo (desde 1879 hasta finales de la década de los 1920s) las profecías basadas en fechas publicadas en la revista La Torre del Vigía (La Atalaya de ahora) y otras publicaciones eran esencialmente opuestas a todas las creencias mencionadas. Eso me pasó desapercibido durante gran parte de mi vida hasta que me di cuenta de que el canal de La Torre del Vigía ya había estado asignando distintas fechas a los asuntos mencionados por casi cincuenta años. Sólo cuando las expectativas originales relacionadas con el año 1914 fallaron, aquellos supuestos cumplimientos de profecía fueron trasladados a otras fechas.

Como consideré en el capitulo anterior, la investigación que tuve que llevar a cabo en la tarea de preparación del libro Ayuda para entender la Biblia, me hizo ver con claridad que la fecha de referencia que la Sociedad utiliza en sus cálculos, el 607 antes de Cristo como el año de la destrucción de Jerusalén por parte de Babilonia, es contraria a toda la evidencia histórica de que se dispone. Aún así, continué respaldando esa fecha en la creencia de que, a pesar de tanta evidencia en contra, las Escrituras la respaldaban. Si no fuera cierto lo que la Sociedad atribuye al año 607 antes de Cristo, todo lo relacionado con 1914 se desmoronaría. Me aferré al punto de vista de que era el bagaje histórico disponible lo que fallaba, siendo ese el argumento utilizado en el libro Ayuda.

A la sazón, en 1977, Carl Olof Jonsson, un testigo de Suecia, envió a las oficinas centrales de Brooklyn una voluminosa cantidad de información sobre cronología bíblica y especulaciones cronológicas que había conseguido mediante su propia investigación. Jonsson era anciano en la congregación y había estado activo con los Testigos de Jehová durante unos veinte años.

Habiendo tenido yo mismo experiencia en tareas de investigación, quedé impresionado por la profundidad con la que había abordado la cuestión, así como lo completo y objetivo de su presentación. Básicamente trataba de llamar la atención del Cuerpo Gobernante sobre la debilidad de los cálculos cronológicos utilizados por la Sociedad para llegar a 1914 como la fecha que pone fin al “tiempo de los gentiles” mencionado por Jesús y registrado en Lucas 21: 24 (en la Traducción del Nuevo Mundo se utiliza la expresión “los tiempos señalados de las naciones”).

Resumiendo, a la fecha de 1914 se llega mediante el proceso siguiente:

En el capítulo cuatro del profeta Daniel aparece la expresión “siete tiempos” referida al período de siete años de locura que había de padecer en propia persona el rey babilonio Nabucodonosor.2 La Sociedad mantiene que estos “siete tiempos” tienen, además, una aplicación de más largo alcance. Lo atribuyen al tiempo que va desde la destrucción de Jerusalén (hecho que para la Sociedad ocurrió en el año 607 antes de Cristo) hasta el final de los “tiempos de los gentiles”, considerados éstos como el período de tiempo durante el cual las naciones gentiles ejercen dominio “ininterrumpido” sobre toda la tierra.

Los “siete tiempos” se computan como siete años de 360 días cada uno de ellos (12 meses lunares de 30 días cada uno). Obtenemos así la cifra de 2520 días que se corresponden con dichos años. Esto, sin embargo, sufre un ajuste por el que se considera que cada uno de esos días equivale en realidad a un año. Para tal ajuste se utilizan otras referencias bíblicas en casos concretos en los que un día es considerado como un año por aparecer la expresión “un día por un año”.3 Mediante semejante cómputo los 2520 días se transforman en 2520 años, los que van del 607 antes de Cristo a 1914.

Como previamente se ha mencionado, la enseñanza de la Sociedad con respecto al comienzo del reinado de Cristo, a los “últimos días”, al comienzo de la resurrección y otras están ligadas todas ellas a ese cálculo cronológico. Pocos testigos hay que sean capaces de ofrecer una explicación para aplicar textos de aquí y de allá de una manera tan rebuscada. Pero todos admiten como bueno el resultado final de semejante proceso de cálculo.

La mayoría de los testigos estuvieron por décadas creyendo que esa explicación que conduce a 1914 y que hace que en dicha fecha converjan tantos aspectos proféticos era casi exclusiva de su organización, que fue el pastor Russell, primer presidente de la Sociedad, el primero en llegar a ese entendimiento y publicarlo. La parte interior de la tapa del libro de la Sociedad Los Testigos de Jehová en el propósito divino, publicado en 1959, contiene estas declaraciones:

1870 Carlos Taze Russell comienza su estudio de la Biblia con un grupito de asociados

1877 Se publica “Three Worlds” (Tres Mundos) que identifica a 1914 como el fin de los “Tiempos de los Gentiles”

Se transmite la idea, al igual que en el propio contenido del libro, que “Los Tres Mundos” (libro del que Russell se limitó a financiar) fue la primera publicación que trató esta enseñanza con respecto a 1914.

Eso es lo que yo mismo creía hasta que la investigación del anciano sueco llegó a la sede central. Entonces me di cuenta de la cantidad de hechos reales que las publicaciones de la Sociedad habían pasado por alto o habían tratado de forma encubierta.

Jonsson comenzaba exponiendo la dilatada historia de especulaciones basadas en la cronología. Mostró cómo la arbitrariedad de aplicar la fórmula de “un año por un día” con aplicación a diferentes períodos bíblicos fue ya una práctica empleada utilizada inicialmente por rabinos judíos del siglo primero de nuestra era. En el siglo noveno una “saga de rabinos judíos” comenzó a hacer cálculos y predicciones con base al cómputo de “un año por día” en torno a los períodos de 1290, 1335 y 2300 días de la profecía de Daniel para, a partir de ese cálculo, obtener la fecha de la aparición del Mesías.4

Esta práctica aparece por primera vez entre las confesiones en el siglo XII. La comenzó el abad católico romano Joaquín de Floris. La aplicación de la fórmula de “un año por día” no quedó restringida a los períodos registrados en la profecía de Daniel, sino que ahora se incluyó también el período de 1260 días registrado en Revelación 11:3 y 12: 6, textos que fueron objeto de interpretación basada en la aplicación de ese método de cálculo. Con el paso del tiempo se sucedió una serie notable de fechas elaboradas por diferentes intérpretes, llegando a señalarse los años 1260, 1364 y otras fechas, alcanzando algunas de ellas hasta el siglo XVI. A medida que, una tras otra, las fechas pasaban sin que en ellas sucediera nada de lo que se había predicho, se hicieron necesarios cambios e interpretaciones nuevas que se sucedieron con regularidad.

En el año 1796 George Bell predijo en una revista londinense la caída del “anticristo” (el Papa, según creía él). Eso habría de tener lugar en “1797 o 1813”. Basaba su predicción en una interpretación del período de 1260 días, si bien utilizaba un punto de partida diferente al de otros intérpretes (unos partían del nacimiento de Cristo, otros de la caída de Jerusalén, otros desde la formación de la Iglesia Católica). Redactó su predicción durante la Revolución Francesa. Poco después de que escribiera su predicción tuvo lugar un suceso espectacular. Las tropas francesas hicieron cautivo al Papa y lo obligaron a exiliarse.

Muchos vieron en este suceso un extraordinario cumplimiento de profecía bíblica y tomaron el año 1798 como el cierre del período de los 1260 días proféticos. A partir de ahí se propagó la idea de que al siguiente año, 1799, daría comienzo el período de los “últimos días”. Posteriores trastornos acaecidos en Europa fueron la causa para un torrente de nuevas predicciones. Entre aquellos pronosticadores estuvo Jonh Aquila Brown en Inglaterra. A principios del siglo XIX publicó una explicación de los 2300 días del capítulo ocho del profeta Daniel, fijando la conclusión de los mismos en el año 1844. William Miller, el americano promotor del movimiento Segundo Adventista, asumió ese punto de vista. Veremos cómo ese cálculo jugó su papel en la historia de los Testigos de Jehová.

Pero John Aquila Brown desarrolló otra explicación íntimamente a 1914 tal como dicha fecha la hallamos en las creencias de los Testigos de Jehová. ¿De qué manera?

La información suministrada por Carl Olof Jonsson pone de manifiesto que fue Brown el que realmente dio origen a la manera de interpretar los “siete tiempos” del capítulo cuatro del profeta Daniel que nos lleva a un total de 2520 años, mediante el cómputo de un año por día. Brown publicó esa interpretación por vez primera en 1823, utilizando su fórmula para convertir los “siete tiempos” en 2520 años, exactamente igual a la manera que lo encontramos hoy en las publicaciones de la Watch Tower.

Eso ocurrió veintinueve años antes del nacimiento de Charles Taze Russell, cuarenta y siete años antes de que diera comienzo su grupo de estudio de la Biblia y más de medio siglo antes de que apareciera el libro “Los Tres Mundos”.

Yo desconocía totalmente eso antes de leer la información enviada a la Sociedad desde Suecia. En ninguna de las publicaciones de la Sociedad se daba cuenta de tales hechos. No existía referencia alguna a Jonah Aquila Brown.

Carl Olof Jonsson publicó, finalmente, su información en 1983. Diez años después del libro de Jonsson la Sociedad Watch Tower dio a conocer por primera vez el origen del cálculo de los 2520 años efectuado por John Aquila Brown en 1823, cincuenta años antes de que Russell apareciera en escena.5

Pero John Aquila Brown había establecido el comienzo de su período de 2520 años en 604 antes de Cristo, finalizando en 1917. Entonces “quedaría completa en toda su plenitud la gloria del Reino de Israel”, según predijo.

¿Cuál es entonces el origen del énfasis puesto en el año 1914? Una vez fracasadas las expectativas depositadas en torno al año 1844, hubo una escisión de los Segundo Adventistas en varios grupos, la mayoría de los cuales propusieron nuevas fechas para el regreso de Cristo. Uno de esos grupos se formó en torno a la figura de N. H. Barbour de Rochester, Nueva York.

Barbour adoptó buena parte de la interpretación de Jonah Aquila Brown, pero trasladó el comienzo del período de 2520 años al 606 antes de Cristo, llegando de esa manera a 1914 como fecha final de dicho período (hay, de hecho, un error en su cálculo, ya que en realidad contabiliza únicamente 2519 años).

En 1873 Barbour dio comienzo a la publicación de una revista para los simpatizantes Segundo Adventistas. La llamó El clamor de media noche y, posteriormente, pasó a denominarse El heraldo de la mañana. En la página siguiente se reproduce la portada de El heraldo de la mañana correspondiente a Julio de 1878, año anterior a la aparición del primer número de la revista Watch Tower (La torre del vigía). En la fotocopia siguiente note cómo en la esquina inferior derecha aparece la leyenda: “Tiempos de los gentiles” terminan en 1914.

Herald of the Morning, Julio de 1878. La línea al lado de la flecha dice “‘Tiempos de los Gentiles’ terminan en 1914.”

La fotocopia ha sido hecha de un ejemplar conservado en el archivo de la sede central en Brooklyn, que no está disponible para uso general. Su existencia muestra que algunos de entre el personal de la central debían tener conocimiento de que la revista Watch Tower ciertamente no fue la primera en promover el año 1914 como el fin de los tiempos de los gentiles. La enseñanza fue, en realidad, tomada de la publicación Segundo Adventista de Barbour.

También ha de señalarse que en ese tiempo, julio de 1878, C.T. Russell llegó a ser “coeditor” de la revista Segundo Adventista El Heraldo de la Mañana. El propio Russell explica cómo vino a estar asociado con Barbour y cómo llegó a adoptar la doctrina cronológica de éste, gran parte de la cual incluía la parte interpretativa de los “siete tiempos” del capítulo cuatro de Daniel, enseñanza que, a su vez, Barbour había tomado de Jonah Aquila Brown. La explicación de Russell apareció publicada en la Watch Tower del 15 de julio de 1906:

Fue por enero de 1876 que estuve considerando especialmente el factor tiempo con respecto a la profecía, tal como está relacionado con estas doctrinas y esperanzas. Sucedió de la manera siguiente: Recibí una publicación titulada El heraldo de la mañana, enviada por su editor, el Sr. N. H. Barbour. Al abrirla, enseguida la identifiqué con el Adventismo por la ilustración de la portada. La examiné con cierta curiosidad para ver qué fecha señalarían para la quema del mundo. Pero cuál fue mi sorpresa y alegría cuando, por el contenido, comprendí que su editor estaba comenzando a abrir los ojos a temas que por algunos años habían regocijado nuestros corazones aquí en Allegheny, que el propósito del regreso del Señor no es destruir a todas las familias de la Tierra, sino bendecirlas, y que su regreso sería como el de un ladrón, pero no en carne, sino en espíritu, de manera invisible a los humanos; que el recogimiento de su iglesia y la separación entre el “trigo” y la “cizaña” se llevaría a cabo al final de ese tiempo sin el mundo se percatara de ello.

Sentí regocijo al ver que otros estaban llegando al mismo punto de avance, pero quedé asombrado al encontrar una declaración expuesta con toda cautela: que el editor estaba en la creencia de que las profecías indicaban que el Señor ya estaba presente en el mundo (sin ser visto, invisible), que el trabajo de la cosecha para recoger el trigo ya se estaba efectuando, y que ese punto de vista lo garantizaba la cronología profética que pocos meses antes había dado como fallida. Había algo nuevo para considerar: ¿Sería posible que la cronología profética que por tantos años había despreciado, debido al mal uso que de ella habían hecho los adventistas, su propusiera indicar realmente el tiempo de la presencia invisible del Señor para establecer su reino, cosa que vi con claridad que no se podía conocer de otra manera? Al menos, parecía razonable, muy razonable, que el Señor tuviera informado a su pueblo al respecto, teniendo en cuenta que había prometido no dejar en la oscuridad, junto con el mundo, a sus fieles, y que, a pesar de que el día del Señor vendría como el ladrón en la noche (sin avisar, furtivamente) sobre todos los demás, no sería así en el caso de los santos que se mantuvieran atentos y vigilantes. 1 Tesalonicenses 5:4.
Recordé algunos argumentos que utilizaba mi amigo Jonás Wendell y otros adventistas para demostrar que el año 1873 presenciaría la quema del mundo, etc., ya que la cronología del mundo mostraba que al comienzo del año 1873 se cumplían seis mil años desde la creación de Adán, junto a otros argumentos tomados de las Escrituras que supuestamente también coincidían en ello. ¿Pudiera ser que esas razones basadas en la cronología que yo había ignorado por considerarlos no dignos de crédito, tuvieran una verdad importante que ellos habían aplicado incorrectamente?

Note que Russell declara que hasta ese momento no había manifestado interés en las profecías que tuvieran que ver con cuestiones cronológicas, que de hecho, las había “despreciado”. ¿Qué es lo que hizo entonces?

Con ansias de aprender, de cualquier fuente, cualquier cosa que Dios tuviera a bien enseñar, escribí al Sr. Barbour, informándole de mi coincidencia con él en otros puntos, y con un especial interés en conocer qué razones tenía y cuál era el respaldo bíblico para fijar la presencia de Cristo y la siega de la era del evangelio a partir del otoño de 1874. La respuesta mostró que mis conjeturas habían sido correctas, es decir, que la argumentación fundamentada en el tiempo y el factor cronológico, etc., era la misma que utilizaron los Segundo Adventistas en 1873, explicando cómo el Sr. Barbour y el Sr. J. H. Paton de Michigan, colaborador suyo, habían sido Segundo Adventistas hasta ese momento. Que cuando pasó la fecha de 1874 sin que el mundo fuera abrasado y sin que vieran a Cristo en la carne, se habían sentido desalentados por algún tiempo. Habían examinado las profecías basadas en fechas, que aparentemente habían transcurrido sin el cumplimiento esperado, y no fueron capaces de encontrarles defecto alguno, por lo que comenzaron a plantearse si, en realidad, el tiempo era el adecuado, pero las expectativas depositadas habían sido erróneas, si lo que debía esperarse entonces no era, como yo y otros habíamos enseñado, la restauración y las bendiciones para el mundo. Parece ser que, poco tiempo después de aquella desilusión de 1874, uno de los lectores de El heraldo de la mañana, que tenía una copia del Diaglott, notó algo que le pareció peculiar, que la palabra que comúnmente traducimos por venida en Mateo 24: 27, 37, 39, allí se vierte como presencia. Ahí estuvo la clave. Y, al amoldarse a ella, fueron guiados, a través del tiempo profético, a la manera apropiada de entender el modo y finalidad del regreso del Señor. Yo, por el contrario, tuve en primer lugar el punto de vista correcto sobre el modo y la finalidad del regreso de nuestro Señor, para después considerar el tiempo indicado para ello en la Palabra de Dios. De modo que Dios guía, a menudo, a sus hijos partiendo de aspectos diferentes de la verdad, pero cuando hay sinceridad de corazón y confianza, al final necesariamente todos llegamos al mismo punto.

Sin embargo, no existían libros u otras publicaciones que expusieran las profecías basadas en fechas como las llegamos a entender entonces, de modo que pagué los gastos al Sr. Barbour para que viniera a verme a Filadelfia (en donde tenía que atender unos negocios durante el verano de 1876) con el fin de que, si podía, me demostrara plenamente y con las Escrituras que las profecías señalaban a 1874 como la fecha de comienzo de la presencia de nuestro Señor y de “la siega”. Vino a verme y la evidencia me satisfizo. Siendo yo una persona de convicciones y plenamente consagrada al Señor, percibí enseguida que los tiempos especiales en los que vivíamos eran de una importancia que afectaba a nuestro deber y trabajo como discípulos de Cristo. Que estando viviendo en el tiempo de la cosecha, ese trabajo se tenía que hacer. Y que la verdad presente era la hoz que el Señor había puesto a nuestra disposición para llevar a cabo el trabajo de siega y recogimiento entre sus hijos.

De manera que la visita del Segundo Adventista N. H. Barbour provocó un giro en la actitud de Russell para con las profecías relacionadas en la cronología. Russell se constituyó en coeditor de la revista de Barbour, El heraldo de la mañana, dirigida a los simpatizantes Segundo Adventistas. A partir de entonces, las profecías en las que el factor tiempo está involucrado pasaron a tener un tratamiento especial en los escritos de Russell, así como en The Watch Tower (La Torre del Vigía) que fundó poco después.6

La interpretación de los “siete tiempos” y la fecha de 1914 adoptada por Russell estaban ligadas a 1874, fecha cuya relevancia proviene en primer lugar de Barbour y sus seguidores (1914 aún quedaba varias décadas en el futuro, en tanto que 1874 acababa de pasar). Tenían la creencia de que el año 1874 marcaba el final de seis mil años de la historia humana y habían esperado que se hubiera producido el regreso de Cristo en ese año. Al haber transcurrido el año sin que se produjera tal acontecimiento, se sintieron desencantados. Como se muestra en la información anterior, B. W. Keith, un segundo adventista que colaboraba en la revista de Barbour, hizo notar que una traducción del Nuevo Testamento, The Emphatic Diaglott, utilizaba el término “presencia” en lugar de “venida” en los textos relacionados con el regreso de Cristo. Keith propuso a Barbour la idea de que la vuelta de Cristo, en efecto, había tenido lugar en el año 1874, aunque de manera invisible, de modo que Cristo estaba “presente” de manera invisible y estaba llevando a cabo la tarea del juicio.

La noción de una “presencia invisible” es algo que entraña no poca dificultad a la hora de argumentar en su contra para rebatirla. Es como si un amigo nos cuenta que su padre ya fallecido, para confortarlo, le hace visitas sin hacerse visible, y tratáramos de demostrarle que tal cosa no sucede realmente.

El concepto de “presencia invisible” permitió a los Segundo Adventistas asociados con Barbour afirmar que, después de todo, contaban con que su fecha (1874) era la correcta, únicamente que no habían acertado con exactitud en la expectativa asociada a la misma”. Tal explicación fue asimismo aceptada y adoptada por Russell.7

Hoy varios millones de Testigos de Jehová creen y enseñan que la presencia invisible de Jesucristo Cristo comenzó en 1914. Son muy pocos los que están al tanto de que la Sociedad Watch Tower, en su papel de profeta, estuvo por casi cincuenta años proclamando que eso había tenido lugar en 1874. Tan tarde como en 1929, quince años después de 1914, seguían aún con esa enseñanza.8

Los Testigos de Jehová creen que Cristo comenzó oficialmente su reinado en 1914. Durante décadas la Watch Tower estuvo enseñando que eso había tenido lugar en 1878.9

Los Testigos de Jehová creen hoy día que en 1914 dio comienzo el período de los “últimos días” y “tiempo del fin”. La revista The Watch Tower (hoy La Atalaya) estuvo enseñando durante medio siglo que el período de los “últimos días” tuvo su comienzo en 1799 (dando por buena la interpretación que George Bell publicó en 1796).

También creen que en el año 1918 tuvo lugar la resurrección de los cristianos ungidos que han muerto a partir del tiempo de Cristo. La Watch Tower estuvo enseñando durante más de cuarenta años que tal acontecimiento había tenido lugar en el año 1878.

Lo que ahora enseñan es que, después de 1914, especialmente a partir de 1919, se está llevando a cabo la gran “cosecha” que alcanzará su punto álgido con la destrucción de este sistema, incluyendo a todos cuantos no hayan dado una respuesta positiva a su predicación. La revista Watch Tower, en cambio, lo que ensañaba en sus comienzos es que esa “cosecha” se llevaría a cabo durante el período de tiempo comprendido entre 1874 y 1914, año en el que todas las instituciones humanas de todo el mundo habían de ser destruidas.

Actualmente la organización sitúa la caída de Babilonia la Grande (el “imperio de la religión falsa”) en 1919. Durante al menos cuarenta años la Watch Tower sostuvo la fecha de 1878 para tal evento, fijando 1914 o 1918 para la consumación de su destrucción completa.

¿Cuál es la razón para que se hayan producido estos cambios en enseñanzas proféticas de gran calado mantenidas por tanta gente durante tanto tiempo?

Nos encontramos ante una situación que ha sido una constante a partir del siglo XIII, el fallo en las expectativas que se habían ido fomentando a través de una larga serie de predicciones.

Puede que algunos tiendan a restar importancia a este hecho, considerando todo ello como simples declaraciones. Después de todo, casi nadie entre los Testigos de Jehová tiene acceso a los ejemplares más antiguos de la Watch Tower y, cuando en la actualidad se expone el pasado histórico de la organización, las publicaciones de la Sociedad o bien pasan por alto las enseñanzas que fueron mantenidas por largo tiempo, o bien las presentan de manera parcial, a menudo debidamente manipuladas. Todo ello consigue transmitir una idea distorsionada de aquel ardor y aquella convicción empleados en su día en la propagación de aquellas doctrinas.

Consideremos una parte de la “trayectoria histórica” de la Organización que, según afirma la Watchtower, habría de corroborar el papel de profeta del día moderno que para sí pretende la Organización. Si hacemos un repaso a los primeros números de la revista The Watch Tower desde 1879 en adelante, un rasgo notable que encontramos es que fue precisamente en aquel entonces cuando esperaban que sucedieran esos importantes acontecimientos. Aunque creían que 1914 marcaría el fin de los”Tiempos de los Gentiles”, no era esa la fecha de especial relevancia en sus expectativas. Era 1874, y la creencia de que en ese año había dado comienzo la presencia invisible de Cristo y la entrada en ejercicio de su reino era el centro de su atención. Al grado que estaban a la espera de ser elevados a la vida celestial en breve. Con ello quedaría cerrada la oportunidad de formar parte de la “novia de Cristo”. También esperaban que, mucho antes de 1914, el mundo entraría en un período de convulsión en progresivo aumento hasta desembocar en un estado de caos y anarquía. Todo lo cual ya habría concluido para 1914 cuando Cristo ya tuviera el control absoluto de los asuntos de la tierra, habiendo reemplazado mediante su reino a todos los sistemas de gobierno humano.

La siguiente información, tomada de la Watch Tower de enero de 1881 es fiel reflejo de todo lo dicho. Se han subrayado ciertas frases para mayor ilustración del lector.

Vemos también el paralelismo entre la cosecha judía y la de la era del Evangelio no sólo en lo que se refiere al punto de comienzo de las mismas, sino también al período de tiempo que abarcan. Cuarenta años para el recogimiento de los judíos, desde el año 30 en el que Jesús fue ungido hasta el año 70 cuando Jerusalén fue destruida. En nuestro caso cuarenta años arrancan en el año 1874 y se extienden hasta 1914, año que marca el final del “día de la ira” y el fin de los “tiempos de los Gentiles” (también un período de cuarenta años). Los siete primeros años de la cosecha judía estuvieron dedicados especialmente a recoger el trigo maduro de aquella iglesia. La mitad de ese período transcurrió estando Jesús presente como el Novio. Los tres años y medio siguientes después de presentarse como rey y cuando ya había entrado en su gloria, pero manteniendo aún la supervisión y dirección de todo.

Como había dicho Juan, limpió su era, recogió su trigo y quemó la paja. De modo que el paralelismo se está cumpliendo de esta manera: Como se ha mostrado anteriormente (ver “La aurora de la mañana”), vemos que la ley y los profetas declaran su presencia en 1874 cuando culminan los “ciclos de jubileo”. El paralelismo existente nos lleva al comienzo de la cosecha en ese año y nos muestra que el recogimiento de la novia a un lugar seguro se llevará a cabo en siete años, finalizando en 1881. Pero ¿Cómo, cuándo y por qué los “domésticos” vinieron a encontrarse con Cristo? Si somos capaces de desentrañar este asunto, obtendremos la clave para determinar cómo, cuándo y por qué se produce el encuentro de la casa evangélica, en especial, si se tiene en cuenta el hecho de que el trabajo de conclusión de aquella era es, en tantos aspectos, el modelo exacto de esta.

Creemos que Cristo está ahora presente en el sentido de haber dado comienzo a la tarea de asumir su gran poder y su reinado. Dicha obra comienza con la separación del trigo de la cizaña en la iglesia de hoy, incorporando el trigo de todos los tiempos bajo la autoridad de su reino. “al que venciere le concederé que se siente conmigo en mi trono” y “le daré autoridad sobre las naciones” para continuar hasta que todo haya sido sometido. También parece razonable que sea esa la manera de dar comienzo a la obra, tomando a la novia y llegando a ser uno de ellos.

1874 era entonces la fecha trascendente para la Watch Tower, no lo era 1914. Cristo estaba presente a partir de dicha fecha. Los siguientes cuarenta años estarían destinados a completar la cosecha. Debido a esa creencia, se estaba a la expectativa de sucesos dramáticos inminentes, posiblemente en el año 1881, tal como se razonaba en otro artículo titulado ¿Por cuánto tiempo, oh Señor? Note estos puntos:

¿POR CUÁNTO TIEMPO, OH SEÑOR?

Sin lugar a dudas, es ésta una pregunta que muchos se hacen, es decir, ¿Cuándo se llevará a cabo nuestra transformación? Muchos de nosotros hemos estado anticipando ese cambio durante años. Incluso pensamos con gozo en el tiempo en que hemos de reunirnos con Cristo y verlo tal cual es. En el artículo de diciembre que dedicábamos a la cuestión de nuestro cambio nos hicimos eco de la opinión de que está más cerca de lo que muchos suponían y, aunque no pretendemos fijar un determinado momento para tal acontecimiento, sí que alentamos a permanecer atentos a algunas evidencias que parecen indicar que la transformación de nuestra condición humana a una de naturaleza espiritual se llevará a efecto para el otoño de 1881 o antes. La evidencia de nuestro cambio para ese tiempo se va haciendo cada vez más clara, ya que hemos visto que el cambio a cuerpo espiritual es una cosa diferente a lo de la boda. Cuando creíamos que el cambio y la boda eran una misma cosa y, teniendo en cuenta que a partir de 1878 transcurrirían tres años y medio de especial favor hacia la iglesia nominal (ahora en desolación), no podíamos esperar esa transformación antes de 1881, o en ese período de tres años y medio. Pero, a partir de que sabemos que la entrada a las bodas no consiste sólo en la preparación para el cambio (al reconocer su presencia), sino que supone el cambio mismo, se reafirma la evidencia de que experimentaremos esa transformación en el tiempo mencionado, evidencia que a sí misma se recomienda a todos los interesados para su investigación. Junto a cualquier prueba directa de la cercanía de nuestra transformación, el hecho mismo de poder entender ahora la manera del propio cambio es una evidencia de la proximidad de ese acontecimiento, ya que el “alimento al tiempo debido” forma parte de la verdad y únicamente a su tiempo llega el conocimiento apropiado. Hemos de recordar que, después de la primavera de 1878 (cuando llegamos al entendimiento de que Jesús llegó a ser Rey), estábamos muy preocupados por asuntos como la santidad o el vestido de bodas. Aparte del paralelo con el final de la edad judía y el favor mostrado a aquella nación en ese período, que llevaba consigo la presencia del Rey, el haber dado atención al vestido de bodas es prueba también de lo correcto de la aplicación, porque “el Rey había entrado para ver a los convidados” (Mateo 22:11), por lo que todos estuvieron interesados en conocer cuál era su posición ante él. Al tener constancia de que la inspección de los convidados es lo último antes de nuestro cambio, que precede a la boda, y el hecho de que estemos dando consideración al cambio, parece ser una indicación de la inminencia del mismo.

A continuación exponemos las conclusiones que extraemos de los tipos y pasajes proféticos que nos inducen a pensar que el traslado de los santos y el cierre a la llamada celestial tendrá lugar en 1881.

Siguió una argumentación pormenorizada que insistía en la transformación a la vida espiritual, probablemente en otoño de 1881, momento también en el que quedaría cerrada la puerta para poder entrar a formar parte de la novia de Cristo. Todo ello habría de tener lugar treinta y cinco años antes de 1914, que para ellos era el punto de conclusión, cuando todo alcanzaría su final definitivo.

La expectativa de que los cristianos ungidos, los de la “clase de la novia”, experimentarían un cambio a vida celestial para el otoño de 1881 quedó, obviamente, sin realizarse. A medida que los años fueron pasando, la ubicación temporal de los acontecimientos sufrió un desplazamiento y se comenzó a centrar más la atención sobre 1914, pero como punto terminal, el año en el que quedarían eliminados los gobiernos terrestres y quedaría concluida la destrucción del “cristianismo nominal”, pues se creía que Cristo había comenzado a ejercer su poder plenamente mediante el Reino en 1878, como se muestra en las páginas 239 y 247 del libro The Time Is At Hand (El tiempo se ha acercado) publicado por Russell en 1889.

Dispensaciones paralelas 239

… y antes de su crucifixión se presentó Rey suyo, ejerciendo autoridad real al pronunciar juicio contra ellos, dejando abandonada su casa y efectuando, como tipo, la limpieza del templo (Lucas 19: 41-46; Marcos 11: 15-17). Es exactamente como ha sucedido en esta cosecha: se ha reconocido la presencia de nuestro Señor como Novio y Segador durante los primeros tres años y medio, de 1874 a 1878. A partir de entonces se ha hecho claramente patente que ha sido en 1878 cuando ha llegado el momento para el juicio real que había de llevarse en la casa de Dios. En ello tiene su cumplimiento Revelación 14: 14-20, en donde aparece nuestro Señor como segador coronado. El año 1878, cuyo paralelo se corresponde con ese tipo bíblico en cuanto a la toma de poder y autoridad, marca con claridad el momento para la asunción de poder como Rey de reyes por parte de nuestro Señor, presente de manera invisible, tiempo ese de la toma de gran poder para reinar que en la profecía está íntimamente asociado a la resurrección de sus fieles y al comienzo de aflicción y de ira para las naciones (Revelación 11: 17, 18).

En la página 247 se presenta la siguiente información:

Traducción

NO RECONOCIERON EL TIEMPO DE SU INSPECCION

LUCAS 19:44; MATEO 24:38, 39

NUESTRO SEÑOR SE PRESENTA DESEMPEÑANDO TRES PAPELES — COMO NOVIO, SEGADOR Y REY.

Un movimiento de advenimiento
al tiempo del nacimiento de Jesus, treinta años antes de su
aparición y ungimiento
como el Mesías (Mateo 2:1-16; Hechos 10:37,
Un movimiento de advenimiento
en el 1844, treinta años antes del
tiempo real de su presencia,
para despertar y probar a la iglesia.
(Mateo 25:2)
La presencia real del Señor como
Novio, y Segador — octubre del año 29 de nuestra era común.
Presencia real del Señor como Novio y Segador
— octubre del año 1874
Asume el poder y título de Rey tres años y medio más tarde — el
años 33 de nuestra era común.
Asume el poder y título de Rey tres años y medio más tarde — 
el año 1878 de nuestra era común.

LA PRIMERA OBRA DEL REY, EL JUICIO

La casa nominal judia rechazada templo literal limpiado.—Mateo 20:18; 21:5-15; 23:37; 24:1La casa nominal cristiana es rechazada; el templo espiritual se limpia. 1 Pedro 4:17; Rev. 3:16; Malaquías 3:2.
La entera destrucción del estado judío consumada 37 años después de su rechazo o 40 años después del comienzo de la cosecha — el año 70 de nuestra era común.La entera destrucción de la cristiandad nominal, consumada 37 años después de su rechazo o 40 años después del comienzo de la cosecha — el año 1914 de nuestra era común.

Incluso después del cambio de siglo, en los primeros años del siglo XX, continuaba el foco de atención sobre 1874 y 1878 como las fechas trascendentales en torno a las que se concentraba toda la atención. Ellos continuaban estando en los últimos días desde 1799 y en el período de la cosecha desde 1874. Para ellos Cristo había estado ejerciendo el poder real desde 1878 y había dado comienzo la resurrección. El paso de los años en nada alteró aquellas afirmaciones. Tal como ellos lo concebían, todo sucedía de manera invisible, salvo la predicción del “traslado al cielo de los santos que estaban vivos” que esperaban tuviera lugar para 1881. Al no existir prueba material visible en descrédito de tales afirmaciones, podían seguir manteniéndolas, y así sucedió.

Todavía en 1911, tres años antes de 1914, la Watch Tower continuaba proclamando la importancia de 1874, 1878 y 1881. “Babilonia la Grande” había caído en 1878 y su “fin completo” llegaría en octubre de 1914. Sin embargo, se hizo un “retoque” en relación al “cierre de la puerta” para llegar a formar parte de la clase del Reino celestial que, anteriormente, había sido fijado para 1881. La Watch Tower del 15 de junio de 1881 informaba a sus lectores de que esa “puerta” permanecía aún “entreabierta”. Lo decía así:

Atendiendo a estos paralelos, consideramos el año 1874 como el comienzo de esa “cosecha” y el recogimiento de los “escogidos” desde los cuatro vientos del cielo; el año 1878 como el año en el que Babilonia fue rechazada formalmente, Laodicea vomitada, el tiempo del que se dice: “Babilonia ha caído, ha caído” — ha caído del favor divino. El paralelo de aplicación para 1881 parecía indicar que se habían mantenido algunos favores hacia quienes permanecían en Babilonia la Grande, a pesar del rechazo al sistema en sí; a partir de esa fecha creemos que no hay ventaja alguna en formar parte de esa organización, sino que, en muchos aspectos, es una relación muy desventajosa, de la que con dificultad y con la gracia y verdad del Señor es como únicamente podrían verse liberados. Y, siguiendo el propio paralelismo, octubre de 1914 dará testimonio del fin definitivo de Babilonia, “como una gran piedra de molino que es arrojada al mar”, completamente eliminada como sistema.

Recapitulando: consideramos razonable concluir que el cierre del trato favorable para con el Israel natural representa el cierre del favor especial de la era evangélica, es decir, la llamada hacia arriba; en consecuencia, entendemos que la apertura o “llamada” generalizada de esta era a los honores del Reino terminó en octubre de 1881. Sin embargo, como se ha mostrado en los ESTUDIOS DE LAS ESCRITURAS, hacemos una distinción entre lo que es el final de esa “llamada” y el cierre de la “puerta”. Creemos que la puerta que conduce a la pertenencia a la clase del reino no está cerrada aún; que permanece entreabierta por algún tiempo para permitir que quienes ya habían aceptado esa “llamada” y no habían correspondido a sus privilegios y oportunidades en sacrificio de sí mismos fueran echados fuera y se permitiera que otros tomaran sus coronas en armonía con Revelación 3: 11. Por lo tanto, el tiempo actual, a partir de 1881 hasta que quede definitivamente cerrada la puerta para servicio sacrificado al Señor, es un período de “zarandeo” para quienes ya gozan del favor divino, los que están en una relación de pacto con Dios.

La fecha del desenlace definitivo, el año 1914, estaba a la vuelta de la esquina. Con ella se daría por terminada la cosecha, los últimos días habrían alcanzado su punto final y sus expectativas habrían quedado plenamente satisfechas. ¿Cuál era exactamente la enseñanza de las publicaciones de la Watch Tower con respecto a lo que habría de suceder en 1914?

El libro The Time Is At Hand (El Tiempo se ha acercado), publicado veinticinco años antes de 1914, puso de relieve (páginas 76, 77, 78) siete puntos, como a continuación se expone:

En este capítulo presentamos evidencia bíblica que muestra que el fin completo del tiempo de los gentiles, es decir, el cese definitivo de la concesión para la gobernación de hombres imperfectos, tendrá lugar en 1914, y esa algún tiempo antes de que termine 1914, será glorificado con Cristo, su cabeza, el último miembro de la iglesia de Cristo reconocida por Dios, miembro del “sacerdocio real” y del “cuerpo de Cristo”., dará prueba de:

En primer lugar, que en ese año el Reino de Dios, por el que nuestro Señor nos enseñó a orar diciendo: “venga tu Reino”, asumirá el control pleno y universal, “se pondrá en marcha” entonces o será establecido firmemente en la tierra sobre las ruinas de las actuales instituciones.

En segundo lugar, probará que aquel a quien asiste el derecho para hacerse cargo del poder habrá de estar presente entonces como nuevo Regente de la tierra. Y no sólo eso, sino que quedará probado que habría de estar presente por un tiempo considerable antes de esa fecha, ya que el derrocamiento de los gobiernos gentiles es obra de quien los desmenuza como un vaso de alfarero (Salmo 2: 9; Rev. 2: 27), reemplazándolos por su propio gobierno justo.

En tercer lugar, se probará que, algún tiempo antes de que termine 1914, será glorificado con Cristo, su cabeza, el último miembro de la iglesia de Cristo reconocida por Dios, miembro del “sacerdocio real” y del “cuerpo de Cristo”. Porque todos los coherederos con Cristo han de reinar con él en su Reino, que no podrá “entrar en funcionamiento” plenamente sin que todos ellos estén presentes.

En cuarto lugar, se probará que, a partir de ese tiempo, Jerusalén no volverá a ser pisoteada por los gentiles, sino que resurgirá del polvo de la desaprobación divina a una posición de honor, ya que “los tiempos de los gentiles” habrán quedado cumplidos o completados.

En quinto lugar, se probará que, para esa fecha o antes, la ceguera de Israel comenzará a desvanecerse, porque su “ceguera parcial” había permanecido sólo “hasta que todos los gentiles hayan entrado” (Romanos 11: 25), o dicho de otra manera, hasta que el número de los gentiles que han de formar parte del cuerpo o novia de Cristo haya sido seleccionado en su totalidad.

En sexto lugar, se probará que el gran “tiempo de tribulación como nunca ha sucedido desde que existen las naciones” alcanzará su climax en un mundo dominado por la anarquía. Entonces los hombres aprenderán a callar, se llegarán a saber que Jehová es Dios y será exaltado en la tierra. (Salmo 46: 10). La humanidad turbada y sacudida comenzará a reconocer la condición de las cosas que se describen en lenguaje simbólico: olas tempestuosas del mar, la tierra que se disuelve, montañas que caen y cielos incandescentes que pasarán, y “los nuevos cielos y la nueva tierra” con sus bendiciones de paz. Pero antes una compañía de hijos de Dios que pasan a través de la gran tribulación (la clase representada por la m y la t en el cuadro de las Edades. Ver también las páginas 235 a 239 del volumen I.) reconocerá al ungido del Señor y a su recta y justa autoridad. Posteriormente, al final, será reconocido por el Israel carnal y, finalmente, por la humanidad en general.

En séptimo lugar, se probará que, antes de esa fecha, estará en la tierra el Reino de Dios como poder organizado, golpeará y derribará la imagen gentil (Daniel 2: 34) y terminará por completo con el poder de esos reyes. Su propio poder y dominio será establecido tan pronto como, por distintos medios y agencias a su disposición, triture y esparza los poderes existentes (civil y eclesiástico) que serán como hierro y arcilla.

Estas declaraciones corresponden a las ediciones anteriores a 1914. Como puede notarse en el material citado, en esas ediciones se establece con claridad que 1914 será el “límite máximo para la gobernación por parte de hombres imperfectos”. Se dice que en esa fecha el Reino de Dios “habrá asumido el control pleno y universal”, y que “se pondrá en marcha” entonces o “será firmemente establecido en la tierra”. Note cómo una edición posterior (1924) encubre tales afirmaciones al decir:

En este capítulo presentamos evidencia bíblica que muestra que el fin completo del tiempo de los gentiles, es decir, el cese definitivo de la concesión para gobernar, tendrá lugar en 1914, y esa fecha presenciará la desintegración de la gobernación por parte de hombres imperfectos. Debe notarse que, si ello es expuesto como un hecho plenamente fundamentado en las Escrituras, dará prueba de:

En primer lugar, que en ese año el Reino de Dios, por el que nuestro Señor nos enseñó a orar diciendo: “venga tu Reino”, comenzará a asumir el control y, en poco tiempo, “se pondrá en marcha” o será establecido firmemente en la tierra sobre las ruinas de las actuales instituciones.

En el punto tercero de las ediciones anteriores a 1914 establecía que, antes de que finalizara 1914, el último miembro de los pertenecientes al “cuerpo de Cristo” sería glorificado con su cabeza, Jesucristo. La edición posterior a 1914 introduce también aquí un cambio, eliminando toda referencia a 1914:

En tercer lugar, se probará que, algún tiempo antes de que termine el derrumbe, será glorificado con Cristo, su cabeza, el último miembro de la iglesia de Cristo reconocida por Dios, miembro del “sacerdocio real” y del “cuerpo de Cristo”. Porque todos los coherederos con Cristo han de reinar con él en su Reino, que no podrá “entrar en funcionamiento” plenamente sin que todos ellos estén presentes.

De manera que en las últimas ediciones se pone de manifiesto un esfuerzo por encubrir los fracasos más obvios de lo que tan rotundamente se había afirmado con respecto a 1914, toda vez que, una vez pasada esa fecha, era evidente que nada de lo que para la misma se había predicho había tenido lugar. Pocos Testigos de la actualidad tienen una idea de la magnitud de las afirmaciones hechas sobre acontecimientos que habrían de ocurrir en aquel año, ni del hecho de que ni una sola cosa de las que en aquellos siete puntos se mencionan llegó a cumplirse. Aquellas expectativas tan solo merecen una brevísima mención en las publicaciones actuales de la Sociedad. Algunas de ellas son absolutamente ignoradas.10

De hecho, la idea que se saca de la lectura de las publicaciones recientes es más bien la de que Russell, presidente de la Sociedad Watch Tower, no habló de lo que había de acontecer en 1914. Dichas publicaciones transmiten la idea de que fueron otros, los lectores, los responsables de haber introducido aquellas grandes expectativas o declaraciones dogmáticas, sin que hubiera una justificación para ello en aquellos escritos. Tenemos un ejemplo de ello en la página 53 de Los Testigos de Jehová en el propósito divino, una publicación que se mantuvo durante mucho años como la historia oficial de los Testigos de Jehová:

No cabe duda de que durante este período muchos, llevados por su celo, fueron indiscretos en sus declaraciones en cuanto a lo que debería esperarse. Algunos trataron de leer en la Watch Tower declaraciones que de hecho no se encontraban allí, y aunque a Russell le era necesario llamar atención a que ciertamente habría un gran cambio al fin de los tiempos de los gentiles, él no obstante animó a sus lectores a mantener la mente abierta, especialmente en cuanto al elemento de tiempo.

El libro recoge porciones de la revista Watch Tower, pero si uno las examina, sencillamente no dan respaldo en absoluto a lo que dice el párrafo citado. La única referencia que tiene que ver con el “elemento tiempo” está tomada de la Watch Tower de 1893 que dice:

Una gran tormenta está próxima. Aunque no puede determinarse con exactitud el momento cuándo ha de desencadenarse, parece razonable concluir que no será más allá de doce o catorce años.

Esta cita no contribuye nada a probar lo que se afirma. Tan sólo es la confirmación de lo que se muestra en otros escritos de Russell, en los que se refleja la expectativa que él tenía en cuanto a que se produciría una perturbación mundial antes de que llegara 1914, en una fecha que no iría más allá de 1905 o 1907 según se desprende del material referenciado, y que el desenlace de esa perturbación conduciría a la eventual destrucción de todos los gobiernos de la tierra con aquella fecha límite fijada de antemano.

Dos años antes de que llegara 1914, la Watch Tower sí urgió a sus lectores a ejercer cierta cautela.

El libro Los Testigos de Jehová en el propósito divino (página 54) cita las declaraciones de Russell en una revista Watch Tower de 1912 de esta manera:

Es seguro que hay cabida para pequeñas diferencias de opinión sobre este tema y nos corresponde darnos los unos a los otros la más amplia latitud. El permiso de poder a los gentiles puede terminar en octubre de 1914 o en octubre de 1915. Y el período de contienda intensa y anarquía “tal como nunca ha habido desde que hubo nación” puede ser o el fin cabal de los tiempos de los gentiles o el comienzo del reinado del Mesías.

Pero nuevamente recordamos a todos nuestros lectores que nosotros no hemos profetizado nada acerca del cierre de los Tiempos de los Gentiles en un tiempo de tribulación ni acerca de la época gloriosa que seguirá a esa catástrofe después de un poco de tiempo. Sencillamente hemos puesto de manifiesto lo que dicen las Escrituras, dando nuestros puntos de vista respecto al significado de ellas y pidiendo que nuestros lectores juzguen, cada uno por sí mismo, lo que significan. Para nosotros estas profecías siguen teniendo el mismo significado.

… Sin embargo, algunos quizás hagan declaraciones positivas de lo que saben o de lo que no saben pero nosotros nunca nos entregamos a esto; sino que sencillamente declaramos que creemos de este modo o del otro, por tales o cuales razones.

Este es, pues, el cuadro que la organización pretende transmitir. Compare eso con otras declaraciones aparecidas en la Watch Tower y otras publicaciones, declaraciones absolutamente silenciadas en las publicaciones actuales de la Sociedad. Recapacite si es cierto que la Sociedad no es la responsable de expresiones dogmáticas y que son sus lectores quienes han querido ver en las publicaciones una certeza en las afirmaciones que realmente nunca se había pretendido, en especial, con respecto a todo lo que 1914 había de deparar.

En las páginas 98 y 99 de The Time Is At Hand (El tiempo se ha acercado), publicado en 1889, leemos lo siguiente:

Es cierto que se genera una enorme expectativa al afirmar, como hacemos, que dentro de los próximos veintiséis años todos los gobiernos actuales serán derrocados y disueltos. Pero es que estamos viviendo en un tiempo concreto, muy especial, el “Día de Jehová”, en el que todo tiene un desenlace muy rápido. Y está escrito: “el Señor llevará a cabo sobre la tierra una obra acortada”. (ver Vo.l I, capítulo XV).


A la vista de esta enorme evidencia bíblica con relación a los tiempos de los gentiles, consideramos como una verdad establecida que el fin final para los reinos de este mundo y el establecimiento del Reino de Dios en toda su plenitud tendrá lugar a finales del año 1914. Será entonces cuando se dará respuesta a la oración de la Iglesia: “venga a nosotros tu reino”, petición que se ha venido pronunciando desde la partida del Señor. Bajo esa administración sabia y justa, la tierra entera se llenará de la gloria del Señor mediante conocimiento, justicia y paz (Salmo 72: 19; Isaías 6: 3; Habacuc 2: 14). Y se hará la voluntad de Dios “en la tierra como en el cielo”.

Cuando se dice que algo no solamente es cierto, sino que es una “verdad establecida” ¿no es cierto que se está afirmando que se tiene pleno conocimiento de que eso es así? ¿No es eso entregarse a hacer afirmaciones positivas? De no ser así, ¿cuál es el grado de diferencia? En la página 101 de la misma publicación aparece esta declaración:

Los tiempos de los Gentiles 101

. . . Así pues, no se sorprendan si en próximos capítulos aportamos pruebas de que ya ha dado comienzo el proceso de establecimiento del Reino de Dios, quedando fijado en la profecía 1798 como año de inicio de su poder, y de que ya ha comenzado la “batalla del gran día de Dios Todopoderoso” (Rev. 16: 14), que tendrá su fin en 1914 con el derrocamiento total del dominio que actualmente se ejerce sobre la tierra. Es claramente visible, desde el punto de vista de la Palabra de Dios, el posicionamiento de los ejércitos.

Si no dejamos que el prejuicio enturbie nuestra visión y permitimos el enfoque correcto que la Palabra de Dios nos proporciona, estaremos en posición de discernir con toda claridad el carácter especial de muchos de los sucesos que habrían de tener lugar en el “Día del Señor”, que estamos viviendo en medio de tales eventos, y que ha llegado el “Gran Día de su ira”.

Dos años después de la publicación de ese libro, en 1891, Russell publicó otro, Thy Kingdom Come (Venga tu Reino). En la página 153 de ese libro encontramos:

La obra de la cosecha 153

El desplome, las plagas, la destrucción, etc., que habían de venir sobre la Babilonia mística, fueron prefiguradas por la gran tribulación y la destrucción nacional del Israel carnal, que tuvieron su culminación en el derrocamiento total de aquella nación en el año 70. También tiene su correspondencia el período de tiempo de esa caída, ya que desde que nuestro Señor dijo: “vuestra casa os queda desolada”, en el año 33 de nuestra era hasta el año 70, transcurrieron 36 años y medio. De igual manera, desde 1878 hasta el final de 1914 hay un período de 36 años y medio. Y, coincidiendo con el final del año 1914, lo que Dios llama Babilonia y los hombres llaman Cristiandad, habrá pasado, como queda demostrado a partir de la profecía.

En el año siguiente, la Watch Tower del 15 de enero de 1892 afirmaba que la “batalla” final ya había comenzado y que terminaría en 1914:

Habiendo sido una sorpresa agradable para nosotros (a la vista de los relatos sensacionalistas contrarios que tan a menudo se publican) comprobar la situación europea tal como la describimos aquí (de acuerdo a lo que las Escrituras nos indicaban que habíamos de esperar), tenemos, no obstante, una confianza tan grande en la Palabra de Dios y en la luz de la verdad actual que desprende que nunca hubiéramos dudado de su testimonio, cualesquiera que hubieran sido las apariencias. En las Escrituras está definitivamente señalado octubre de 1914 como la fecha de conclusión de esa “batalla”. Ya está en progreso desde su comienzo en octubre de 1874. Hasta ahora ha consistido, ante todo, en una batalla dialéctica y un período para organizar las fuerzas: el capital, el movimiento obrero, los ejércitos y las sociedades secretas.

Nunca antes se había dado un tiempo tan prolífico en formalizar alianzas como ahora. Las naciones se están agrupando, no solamente para protegerse de terceros, sino que distintos grupos nacionales se organizan en defensa de sus intereses. Hasta ahora, sin embargo, las diversas facciones se han limitado a valorar de la situación, sometiendo a prueba la fuerza de sus oponentes, mirando de perfeccionar sus planes y reforzar su poder para la lucha futura, que muchos ven como inevitable, aún sin tener en cuenta el testimonio de la Biblia. Hay otros que a sí mismos se engañan proclamando: ¡Paz, paz! Cuando no hay posibilidad para la paz hasta que el Reino de Dios se haga cargo de la situación, impulsando a que se haga su voluntad en la tierra, tal como sucede en el cielo.

Esta característica de la batalla ha de avanzar con resultados diversos para todos los implicados. La organización ha de ser muy minuciosa y la batalla final será relativamente corta, terrible y definitiva, abocada a una situación de anarquía generalizada. Las convicciones de los grandes generales del mundo coinciden en muchos aspectos con lo que predice la Palabra de Dios. De modo que “Ay del hombre o nación que de comienzo a la próxima guerra en Europa, porque será una guerra de exterminio”. Será fomentada no solo por las animosidades nacionales, sino también por resentimientos, ambiciones y rencillas sociales y, a no ser de que llegara a su fin por el establecimiento del Reino de Dios a manos de su elegido y de la Iglesia glorificada, la raza humana quedaría exterminada. (Mateo 24: 22).

El siguiente artículo breve, aparecido en la Watch Tower del 15 de julio de 1894, pone de manifiesto cómo consideraban ellos las condiciones que se daban entonces como prueba evidente de que el mundo estaba a punto de entrar en los estertores finales hasta que diera su última boqueada en 1914.

¿PODRA DEMORARSE HASTA 1914?

Diecisiete años atrás, el comentario de la gente sobre los aspectos cronológicos presentados en La aurora milenaria era: Parecen razonables en muchos aspectos, pero seguramente de aquí a 1914 no es posible que tengan lugar cambios tan radicales. Otra cosa sería si el plazo se estableciera en cien o doscientos años, en cuyo caso parecería más probable.

¿Cuáles son los cambios que han acaecido desde entonces y cuál es la celeridad que cobra fuerza cada día que pasa?

“Lo viejo pasa con rapidez y llega lo nuevo”. Ahora, a la vista de los problemas laborales recientes y de la anarquía que ahora amenaza, nuestros lectores nos escriben para saber, si no es posible que hubiera algún error en la fecha fijada, 1914. Dicen que no ven cómo la situación actual podrá aguantar tanto tiempo bajo presión.

No vemos razón para introducir cambios en ese cálculo — incluso, aunque quisiéramos, no podríamos hacerlo. Son fechas de Dios, no nuestras, según creemos. Pero tengan en cuenta que 1914 no es la fecha del comienzo, sino lo final para el tiempo de angustia. No vemos razón alguna por la que hayamos de cambiar la opinión que hemos expresado en la presentación que aparece en la Watch Tower del 15 de enero de 1892. Recomendamos de nuevo su lectura.

Es cierto que aquí se utiliza el término “opinión”, pero ¿cuál es su relevancia cuando, al mismo tiempo que se hace uso de esa palabra, se pone a Dios como garante de las fechas que se presentan? ¿Quién se atrevería a poner en entredicho las fechas de Dios, como las califica la Watch Tower?

Hoy la organización nos diría que todo eso es accesorio, de importancia menor si lo comparamos con lo que presentan como una verdad relevante, a saber, que la Sociedad estuvo en lo correcto en cuanto a que el “fin del tiempo de los gentiles” comenzó en 1914, única creencia temprana que conservan de las que se relacionaban con 1914. Pero, al hacer eso, están incurriendo probablemente en la mayor falsedad de cuanto exponen. Porque, en realidad, lo único que permanece intacto es la propia expresión: el “fin del tiempo de los gentiles”. El contenido de la misma ha cambiado y el significado que ahora le atribuyen es completamente distinto al que la Sociedad Watch Tower le estuvo dando durante los cuarenta años que precedieron a 1914.

Los asociados a la Sociedad Watch Tower consideraron durante aquellos cuarenta años que el “fin del tiempo de los gentiles” no era otra cosa que el total derrocamiento de todos los gobiernos de la tierra, su eliminación definitiva y la sustitución de los mismos por el gobierno real de Cristo en toda la tierra. Ningún gobierno humano lograría subsistir. Recordemos las declaraciones contenidas en las páginas 98 y 99 del libro The Time Is At Hand (El tiempo se ha acercado): “dentro de los próximos veintiséis años todos los gobiernos actuales (desde 1889) serán derrocados y disueltos”. Que “a la vista de esta enorme evidencia bíblica con relación a los tiempos de los gentiles, consideramos como una verdad establecida que el fin final para los reinos de este mundo y el establecimiento del Reino de Dios en toda su plenitud tendrá lugar a finales del año 1914”.

El significado que ahora se da a la expresión “fin del tiempo de los gentiles” (o “los tiempos señalados de las naciones”) es bien diferente. Ya no es el fin real de la gobernación en poder de los humanos debido a que Cristo lleve a cabo la destrucción de los mismos. Ahora pasa a ser el fin de su “gobernación no interrumpida” sobre la tierra. La ‘interrupción’ de tal gobernación consiste en que Cristo ha asumido el poder del Reino de una manera invisible en 1914, cuando dio comienzo a su reinado, dirigiendo su atención de un ‘modo especial’ hacia la tierra (Es exactamente lo mismo que se había enseñado con respecto al año 1874).

Puesto que lo que se afirma ocurre en el terreno de lo invisible, es difícil argumentar contra una teoría de esa naturaleza. El hecho de que en nada haya cambiado la dominación humana sobre la tierra desde 1914 no parece dar motivos para extraer conclusión alguna al respecto. El “permiso” para ejercer el poder ha expirado, se nos dice. Ha sido cancelado de manera invisible por el Rey invisible y, por tanto, ha llegado el tiempo para su “finalización”.

Es algo así como si se hubiera estado anunciando durante cuarenta años el desahucio de un inquilino indeseable, su expulsión definitiva en una determinada fecha previamente fijada y, al llegar y ser rebasada esa fecha, el indeseable ocupante continuara con toda normalidad y, por toda explicación, se dice: “bien, su contrato está cancelado y, en lo que a mí me concierne, es como si se hubiera marchado. Y además ahora lo tengo más vigilado que nunca”.

Es cierto que, a medida que se iba aproximando el año 1914, se ejercía más cautela en los pronósticos. Aunque Russell había estado proclamando que el cúmulo de problemas y la anarquía universal llegarían antes de octubre de 1914, posteriormente, en la Watch Tower del 1 de julio de 1904, decía lo siguiente:

ANARQUIA UNIVERSAL — ANTES O DESPUÉS DE OCTUBRE DE 1914

Lo que, a primera vista, pudiera parecer algo intrascendente y totalmente desligado de este asunto, ha llegado a cambiar nuestra convicción con respecto al tiempo en el que podemos esperar que tenga lugar la anarquía universal de acuerdo a la cuenta profética. Ahora esperamos que la culminación de la anarquía en el tiempo de gran tribulación que ha de preceder a las bendiciones del Milenio ocurra después de octubre de 1914, en nuestra opinión, inmediatamente después, “en una hora”, “repentinamente”.

En 1894 él había afirmado que el cálculo que entonces presentaba correspondía a “las fechas de Dios, no la nuestras”. Ahora, en el artículo de la Watch Tower del 1 de octubre de 1907, a tan sólo siete años de 1914, titulado “Conocimiento y fe con respecto a la cronología”, decía:

Un querido hermano nos hace la pregunta ¿Podemos estar completamente seguros de que la cronología expuesta en Dawn-Studies es correcta? ¿Es cierto que la cosecha comenzó en 1874 y tendrá su fin en 1914 en medio de una gran turbulencia mundial que acabará con todas las instituciones actuales y a la que seguirá el reino de justicia del Rey de la Gloria y de la iglesia como su novia?

Nuestra respuesta, tal como lo hemos venido haciendo en las consideraciones del texto por la mañana, en la revista Watch Tower, de palabra y por carta, es que nunca hemos pretendido que nuestro cálculo haya de ser considerado como infaliblemente correcto. No hemos tenido la pretensión de que fuera ciencia, ni que tuviera una base de evidencia indiscutible, que se tratara de hechos, de conocimiento. Nuestra pretensión ha tenido siempre su razón de ser en la fe.

No obstante, el mismo artículo pasaba a tildar de faltos de fe a quienes pusieran en duda aquellos cálculos cronológicos. Esto es lo que decía:

Una vez más les recordamos que los puntos débiles de la cronología se ven reforzados por diversas profecías que están relacionadas con ellos de una manera tan importante que hace que esa fe en la cronología equivalga prácticamente a llegar a conocimiento de que la misma es correcta. Un cambio de tan solo un año rompería con la hermosa armonía que entre sí guardan los paralelismos. Ello se debe a que en unas profecías el tiempo para el cálculo transcurre antes de Cristo, otras después de Cristo, y algunas abarca a ambos períodos. Creemos que el propósito de Dios es que esas profecías fueran entendidas “a su debido tiempo”. Creemos que es ahora cuando hemos llegado al entendimiento de las mismas y que nos hablan a través de esa cronología. ¿No rubrican, por tanto, la cronología? Así lo hacen para con la fe, no de otro modo. Nuestro Señor declaró: “el sabio entenderá” y nos dijo: “Estad vigilantes” para lo que pudiéramos entender. Y es esta cronología la que nos lleva a la convicción (quien puede recibirla y la recibe mediante fe) de que ahora se está cumpliendo la parábola de las diez vírgenes, cuyo primer grito fue oído en 1844 y el segundo, “miren el novio” (presente), se escuchó en 1874.

¿Qué tiene de extraordinario y de bueno (o, para el caso, qué grado de humildad se muestra) el reconocer la propia falibilidad, cuando a la misma vez se dice que los únicos que están mostrando fe son aquellos que aceptan el punto de vista de uno, a los que se considera como los “sabios que entenderán”? ¿No coloca eso en el grupo de las “vírgenes necias” a quienes no alcanzaron a identificar y escuchar los “gritos” de 1844 y 1874?

Ya en el mismo artículo, Russell había escrito lo siguiente:

Los tiempos y las sazones de Dios son de tal índole que únicamente resultan convincentes para aquellos que, mediante su relación con Dios, están capacitados para apreciar sus métodos característicos.

Así que, si alguien expresaba dudas con respecto a la cronología de la Sociedad, sutilmente se ponía en cuestión lo genuino de su relación con Dios, de su fe y su sabiduría. Esta es una práctica de intimidación intelectual que se vio aumentada en gran manera una vez que hubo pasado 1914 sin que se cumpliera ninguna de las expectativas anunciadas para ese tiempo por todo el mundo.

Como se ha mencionado, la Sociedad Watch Tower publicó una nueva historia de los Testigos de Jehová en 1993: Los Testigos de Jehová — proclamadores del Reino de Dios. Algunas de las porciones parecen corresponder a una reacción a lo que otras fuentes han publicado, aparentemente para paliar el efecto de esa información. Así, por ejemplo, Los tiempos de los gentiles reconsiderados, escrito por Carl Olof Jonsson, publicado y distribuido a partir de 1983, muestra con claridad el origen Segundo Adventista de muchas de las enseñanzas de Charles Taze Russell, incluyendo lo referente al año 1914. Por décadas las publicaciones de la Sociedad Watch Tower han minimizado ese hecho o, simplemente, lo han ignorado, transmitiendo la idea de que la mayoría de esas enseñanzas, así como lo de la fecha de 1914 fue cosa del propio Russell y que él y su revista Watch Tower representaban el único canal divino en la revelación de verdades, previamente perdidas o desconocidas.

Por vez primera, ahora se aporta cierta medida de reconocimiento de la aceptacion de esas otras fuentes anteriores, como es el caso de la teoría de la equivalencia de los “siete tiempos” del capítulo cuatro de Daniel a 2520 años, elaborada por John A. Brown, y su relación con los “tiempos de los gentiles” de Lucas 21: 24. (Nunca antes había aparecido el nombre de John Aquila Brown en las publicaciones de la Sociedad Watch Tower hasta este libro en 1993). También que fue el Segundo Adventista N.H. Barbour quien señaló en su revista El Heraldo de la mañana en 1875 — cuatro años antes de que viera la luz el primer número de la revista Watch Tower el año 1914 como el “fin del tiempo de los gentiles”. Que fue de él de quien Russell obtuvo esa fecha.

Toda esa información era conocida y estuvo durante décadas a disposición de los líderes de la Watch Tower. En 1979 recibieron todos los miembros del Cuerpo Gobernante las primeras 20 páginas del material de Carl Olof Jonsson en el que con todo detalle se daba cuenta de esos hechos. De modo que sólo en esta hora tardía la organización Watch Tower ha hecho algún tipo de reconocimiento franco en cuanto a los autores originales de esos puntos de vista y esos conceptos.11

Este nuevo libro histórico hace también un cierto reconocimiento de las enseñanzas, durante largo tiempo mantenidas, con respecto al supuesto comienzo de la “segunda presencia” de Cristo fijado para 1874, de la fecha de 1878 señalada como aquella en la que Cristo asumiría el poder real, 1881 como el año en el que se cerró la puerta a la llamada celestial y 1925 como el tiempo en el que habían de ser resucitados los “fieles de la antigüedad”, comenzando de esa manera un gran jubileo en la tierra. Toda esa información fue publicada en la primera edición de Crisis de Conciencia en 1983.

Lo que el libro de la Sociedad no hace es presentar un relato justo, admitiendo francamente la intensa trascendencia depositada en aquellas fechas y el enorme énfasis que se les estuvo dando por un período de tiempo que, en algunos casos, rebasó los cincuenta años, y que diera cumplida cuenta de la seguridad con que se emitían aquellas afirmaciones y la fuerza con la que se defendían los pronósticos para dichas fechas. Lo que sí encontramos en el libro, como ocurre también en artículos recientes de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! es un empecinado esfuerzo por restar importancia a lo que en su dia representaron aquellas fechas y a las predicciones que contemplaban el año 1914 como el cierre definitivo de todo cuanto había de acontecer.12 Lo que hacen con frecuencia es enfocar la cuestión sobre un único aspecto (lo del “final del tiempo de los gentiles” o, con carácter general, destacando lo “crucial” de aquella fecha como un “año señalado”) entre las muchas pretensiones, obviando otras predicciones importantes que formaban parte de todo el paquete. Por lo general, solamente se ofrece a los lectores algunas declaraciones aleccionadoras posteriores que se hicieron alrededor de 1914 (o subsecuentemente 1925), y aquellas predicciones temerarias se les da la consideración de mera ‘sugerencia’ o ‘probabilidad’. Como quiera que la inmensa mayoría de sus lectores no tienen posibilidad alguna de consultar aquellas publicaciones primitivas, esos artículos no encuentran dificultad en aprovecharse del desconocimiento de quien los lee para minimizar la fuerza que en aquel entonces tuvieron las predicciones, utilizan selectivamente las citas, disculpan las declaraciones hechas en aquel tiempo o las ignoran y, de esa manera, es como si no hubieran existido.

Es muy frecuente el uso de una estrategia que consiste en enfatizar la carencia de un determinado término o de una frase concreta en el texto, como si, al no utilizar ciertas palabras en particular o una expresión precisa, quedaran exculpados de haber formulado predicciones falsas en el nombre de Dios. Un ejemplo de ello lo encontramos en la página 3 de la revista ¡Despertad! del 22 de mayo de 1993 bajo el encabezamiento ¿Por qué tantas falsas alarmas?:

Algunos hacen predicciones espectaculares del fin del mundo para captar la atención y conseguir seguidores, pero otros están sinceramente convencidos de que sus proclamaciones son verdaderas. Expresan expectativas basadas en su propia interpretación de algún texto bíblico o algún acontecimiento físico. No afirman que sus predicciones sean revelaciones directas de Jehová y que por lo tanto estén profetizando en Su nombre. De modo que en tales casos no debería tachárseles de falsos profetas como los que se denuncian en Deuteronomio 18:20-22 cuando sus palabras no se cumplen. Son personas que interpretaron mal las cosas debido a su falibilidad humana.

El texto que precede iba acompañado de la siguiente nota al pie de página:

Los Testigos de Jehová, llevados por su expectación anhelante de la segunda venida de Jesús, propusieron fechas que resultaron erróneas. Como consecuencia, algunos les han llamado falsos profetas. Sin embargo, en ninguno de esos casos se tomaron la libertad de hacer predicciones ‘en el nombre de Jehová’. Nunca dijeron: ‘Estas son las palabras de Jehová’. La Atalaya — la revista oficial de los testigos de Jehová — ha dicho: “Nosotros no tenemos el don de profetizar” (enero de 1883, página 425, edición en inglés). “Tampoco pretendemos que se reverencien nuestros escritos o que se les considere infalibles” (15 de diciembre de 1896, página 306, edición en inglés). La Atalaya también ha dicho que el que algunos tengan el espíritu de Jehová ‘no quiere decir que los que ahora sirven de testigos de Jehová sean inspirados, ni que los escritos de esta revista, La Atalaya, sean inspirados e infalibles y sin errores’ (1 de octubre de 1947, página 301). “La Atalaya no pretende ser inspirada en sus declaraciones, ni es dogmática” (1 de enero de 1951, página 24). “Los hermanos que preparan estas publicaciones no son infalibles. Los escritos de ellos no son inspirados como lo son los de Pablo y otros escritores bíblicos. (2 Tim. 3:16.) Y por eso, a veces, ha sido necesario, a medida que el entendimiento se ha hecho más claro, corregir algunos puntos de vista. (Pro. 4:18.)” (1 de julio de 1981, página 19.)

De manera que, tal como argumentan, por el mero hecho de no ser tan explícitos en las declaraciones como lo sería decir literalmente: “esta es una revelación que viene directamente de Jehová”, así como evitar el empleo de términos tales como “infalible” o “inspirado”, calificando tan directamente a las cosas dichas y a las afirmaciones que se han llevado a cabo, las tales han de considerarse como expresiones sin mayor trascendencia, como la mera divulgación de una opinión. En la Biblia no hay lugar para un criterio tan simplista cuando se trata de determinar lo impropio de hablar en el nombre de Dios, haciendo predicciones de cosas que, al llegar el momento para su cumplimiento, éste no se lleva a efecto. No encontramos en los falsos profetas de Israel el empleo de expresiones específicas sobre “revelación directa” o que hagan referencia a sí mismos como “inspirados” o “infalibles”. En absoluto existía la pretensión de que sus palabras fueran realmente de Jehová. “Hablar en nombre de Dios” significa actuar en representación suya, como reconoce la publicación Perspicacia de la Watch Tower (página 468, volumen II). Russell se refirió a sí mismo como portavoz de Dios y presentó sus predicciones cronológicas como si fueran el resultado de la guía divina para con su pueblo. Ciertamente en todo lo que él expuso estaba involucrado el nombre de Dios y su Palabra.

Consideremos las dos citas del pie de página anterior (tomadas de la Watch Tower de 1883 y 1896), ofrecidas como evidencia de no “profetizar en nombre de Jehová” y de evitar el dogmatismo y la presunción, y comparémoslas con las reiteradas declaraciones anteriores a 1914 en publicación tras publicación en donde se declaraban como “las fechas de Dios, no la nuestras” los cálculos cronológicos de la Watch Tower y que “se ha hecho claramente patente que ha sido en 1878 cuando ha llegado el momento para el juicio real que había de llevarse en la casa de Dios”. Que ese año [1878] , “marca con claridad el momento para la asunción de poder como Rey de reyes por parte de nuestro Señor”. O las repetidas declaraciones en cuanto a que la Biblia “probará” como “un hecho plenamente fundamentado en las Escrituras” que 1914 marcará el “límite máximo para la gobernación por parte de hombres imperfectos”, que “probará” que “antes de que termine 1914, será glorificado con Cristo, su cabeza, el último miembro de la iglesia de Cristo”, que “probará” que , “antes de esa fecha, estará en la tierra el Reino de Dios como poder organizado, golpeará y derribará la imagen gentil (Daniel 2: 34) y terminará por completo con el poder de esos reyes”. Que “su propio poder y dominio será establecido tan pronto como, por distintos medios y agencias a su disposición, triture y esparza los poderes existentes (civil y eclesiástico) que serán como hierro y arcilla”. Hay que anotar también declaraciones pretenciosas como: que “dentro de los próximos veintiséis años [desde 1889] todos los gobiernos actuales serán derrocados y disueltos”, que “consideramos como una verdad consolidada que el tope final para los reinos de este mundo y el establecimiento del Reino de Dios en toda su plenitud tendrá lugar a finales del año 1914”, y que “en las Escrituras está definitivamente señalado octubre de 1914 como la fecha de conclusión de esa “batalla”. Ya está en progreso desde su comienzo en octubre de 1874”. Semejantes declaraciones aventuradas están todas ellas documentadas en páginas anteriores de este capítulo.

Siguiendo ese mismo patrón de encubrir los hechos envolviéndolos en una cortina de humo, utilizando como pretexto la cuestión meramente semántica, el nuevo libro histórico (Los Testigos de Jehová — proclamadores del Reino de Dios, página 635) destaca esta frase de The Watch Tower del 15 de abril de 1916, en referencia a lo que se predijo sobre la glorificación de la iglesia en el cielo en 1914: “simplemente lo dedujimos y, evidentemente, nos equivocamos. Ante declaraciones claras que ya he citado en las que abunda el uso de vocablos como “prueba” y “probado”, y expresiones como “plenamente fundamentado en las Escrituras”, “verdad consolidada”, “definitivamente señalado”, tal actitud sólo puede ser considerada como una falta de honestidad informativa e intelectual.

Con frecuencia la retórica en la argumentación de la Watch Tower hace uso y abuso de un “ardid peligroso” que consiste en desviar la atención de los fracasos en las predicciones para enfocarla sobre la buena disposición de muchos para mantenerse y dar su apoyo a la organización, a pesar de haberlos alimentado con falsas esperanzas, al mismo tiempo que califican como “espiritualmente débiles”, como quienes se muestran “cansados en el servicio a Dios” o manifiestan motivaciones egoístas a quienes decidían no tener una actitud como esa.

Todo lo cual no hace otra cosa que acentuar lo que, tal vez, sea lo más penoso en todo este asunto: la aparente carencia de interés verdadero en la repercusión que aquellas predicciones tuvieron en la vida de las personas, en aquellos lectores de la Watch Tower que las consideraban como provenientes de una fuente dirigida por Dios, como el “alimento dado al debido tiempo” por El para ellos. Estaban plenamente animados a seguir aquellas predicciones elaboradas en torno a unas determinadas fechas, y que eran la base para su esperanza, a tal grado que orientaron su vida de acuerdo con aquellas expectativas. Aquello les puso ante sí una visión deformada y de corto alcance de la vida y del futuro, lo que inevitablemente les llevaría a la decepción, ya que, tarde o temprano, la ilusión se toparía con la realidad. La información que aparece en la fotocopia de la página siguiente está tomada de un ejemplar del Mensuario de los Estudiantes de la Biblia, publicado durante la I Guerra Mundial. Ilustra la manera en la que se presentaban las declaraciones del portavoz de la Sociedad Watch Tower, Russell, cuando formulaba predicciones. No eran consideradas como si de una sugerencia u opinión se tratara, sino como ligadas al “Plan Divino de las Edades” de Dios. A continuación se incluye una traducción de los encabezamientos.

ANGUSTIA DE NACIONES ANTES DE ARMAGEDON
EL PASTOR RUSSELL DECLARA QUE LA ACTUAL GUERRA NO DEPARARÁ UNA VICTORIA CLARA A NINGUNO DE LOS DOS BANDOS — ENTONCES “ARMAGEDON”
LAS ORACIONES NO PODRÁN CAMBIAR EL PLAN DIVINO DE LAS EDADES

Notas

1 – Esta declaración de Rutherford se cita en The Watchtower de 1 octubre, 1984, página 24.

2 – Daniel 4:17, 13-33.

3 – Números 14:34; Ezequiel 4:6.

4 – Daniel 8:14; 12:11,12. El texto completo de la investigación de Carl Olof Jonsson ya se ha publicado en 1983 bajo el título Los tiempos de los Gentiles reconsiderados.

5 – Véase página 134 del libro Jehovah’s Witness — Proclaimers of God’s Kingdom (Los Testigos de Jehová — Proclamadores del Reino de Dios). El libro presenta una declaración errónea diciendo que aun cuando Brown no ‘discernía claramente’ la fecha con la cual los 2,520 años habrían de comenzar o terminar (refiriéndose evidentemente a hecho de que sus fechas para el comienzo y la terminación de estos años no coincidían con las enseñanzas de la Watch Tower), Brown “sí vinculaba aquellos siete tiempos’ con los tiempos de los Gentiles de Lucas 21:24.” Como el libro de Jonsson Los tiempos de los Gentiles reconsiderados correctamente declara Brown mismo no vinculó este período con los tiempos de los Gentiles de Lucas 21:24.” Su calculo de los 2,520 años, no obstante, sí influyó en la vinculación subsecuente de los “siete tiempos” con los tiempos de los Gentiles en 1826. Véase The Gentile Times Reconsidered, páginas 32-36, para una consideración más completa de este desarrollo.

6 – Fue después de la reunión con Barbour que Russell escribió un artículo para el Examinador de la Biblia publicado por George Storrs, otro Adventista, en el cual Russell propuso la fecha de 1914 a la cual Brown se había identificado. Tal como otras revistas de los Segundo Adventistas, la revista que Russell inició incluyó el término “Heraldo” en su título, Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La torre del vigía y heraldo de la presencia de Cristo). Se creía que esa “presencia” había comenzado en 1874.

7 – La edición del 15 de julio, 1906 de la Watch Tower, citada anteriormente, muestra que ellos sí promulgaron ese mismo argumento.

8 – Véase el libro Prophecy (Profesía), publicado en 1929, páginas 64, 65. La Watchtower del 15 de agosto, 1974 menciona esta misma creencia, pero falta de indicar ue siguió enseñandose después del 1914.

9 – Este concepto empezó a cambiarse en 1922 en la Asamblea de Cedar Point, ocho años despúes de 1914.

10 – Del mismo modo, también, se hizo con las afirmaciones con respecto a los año 1878 y 1881, lo cuales, junto con los acerca de 1799 y 1874 se descartaron como erróneos.

11 – Véase The Gentile Times Reconsidered, páginas 19-29; Jehovah’s Witnesses— Proclaimers of God’s Kingdom, páginas 45-47, 132-135.

12 – Véase por ejemplo The Watchtower, 1 de noviembre, 1993, páginas 8-12; Awake!, 22 de marzo, 1993. páginas 3, 4.

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