“¿Quién nos lo ha enseñado todo?”

Este es uno de los argumentos más comunes que suele a veces escucharse de parte de algunos testigos de Jehová. Sobre todo cuando oyen alguna crítica, aunque sea constructiva, de parte de alguien. Intenta transmitir la idea de que “ya que la organización nos ha enseñado las grandes verdades de la Biblia, deberíamos serle leales y evitar incluso cualquier clase de crítica.”

Es verdad que los testigos de Jehová han hecho mucho para que muchas personas tengan acceso a la Biblia, sobre todo en países de tradición católica, porque no fue hasta el Concilio Vaticano II que se animó a todos los católicos a que leyeran y conocieran más las Escrituras. Pero si se piensa bien, habría que reconocer que los fundadores de la religión de los testigos de Jehová, como Charles Taze Russell o Joseph Franklin Rutherford no habían nacido ya sabiendo. Todo lo que sabían ya lo habían heredado del acervo cultural, espiritual y bíblico desarrollado y mantenido durante toda la historia del cristianismo.

Como en el caso de otros fundadores de iglesias, los originadores de la religión de los testigos de Jehová fueron desarrollando de manera progresiva un cuerpo doctrinal propio que los acabó distinguiendo del resto de grupos cristianos. Pero como ocurre en el caso de otras comunidades religiosas, un análisis imparcial de sus creencias prueba que algunas de ellas tienen base bíblica pero que otras no la tienen en absoluto.

La Biblia es patrimonio de la humanidad y no pertenece exclusivamente a ningún grupo o iglesia determinada. Durante siglos muchos cristianos mantuvieron su fe en Cristo Jesús a pesar de las tribulaciones y vicisitudes de la historia. Las Escrituras se tradujeron a multitud de idiomas y “las buenas nuevas acerca del Cristo” fueron llevadas por misioneros de muchas iglesias hasta los confines de la tierra.

La luz del evangelio no es exclusiva de nadie. La potenció Dios a través de su Hijo Jesucristo y la ofreció a todos los hombres. Jesús de Nazaret animó a la gente a que valorara profundamente su relación personal con “el Padre” y que quien decidiera seguirle procurara ser “luz del mundo“, es decir, que en su vida procurara lo bueno y lo recto. Él mismo se identificó como el único mediador entre Dios y los hombres, y dijo que, como buen pastor, conocería a sus ovejas (o los que serían sus amigos) y que estaría con ellos, “todos los días, hasta el fin del mundo.”

De modo que es sólo normal sentirse agradecido por todo lo bueno aprendido dentro de la organización de los testigos de Jehová. Pero también habría que reconocer que ellos solo fueron un simple medio transmisor; que la luz original del evangelio viene ya de muy antiguo, y que mucho antes de que los testigos existieran ya existía el cristianismo, cuyo centro absoluto no es ninguna institución religiosa, sino única y exclusivamente Jesucristo.

Yo soy el buen pastor… Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. – Jesús de Nazaret (Juan 10:14,15, DHH).

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