¿Puede Un Creyente Ser Excomulgado?

Depende del significado que se le quiera asignar al término. Es verdad que algunas organizaciones religiosas, pretenden arrogarse la facultad de salvar o condenar a las personas según sus propios intereses. Otras crean comités judiciales, para enjuiciar al pecador; si este no se arrepiente es excomulgado de la comunidad, negándole el saludo y el habla, creando un vació que más bien que ayudar al pecador lo envilece mas en su actitud

Pero, como cristianos, ineludiblemente debemos analizar todo argumento a la luz de la Palabra de Dios para verificar si realmente se sustenta en la enseñanza bíblica o tiene origen en meros razonamientos humanos.

Consecuentemente, recordando siempre que el creyente como integrante del Cuerpo de Cristo, está sujeto al orden del Nuevo Pacto, examinaremos este tema cotejándolo con las Escrituras específicas.

Consideremos en primer lugar el significado de la palabra “comunión” en el Nuevo Testamento. Es un vocablo derivado del griego “Koinonia”=Tener en común, participación en lo común. En el aspecto espiritual significa básicamente: Coparticipación de los santos (es decir, de todos los redimidos del Señor) en los bienes espirituales.

El apóstol Juan escribe en su primera carta que la comunión se hace realidad cuando las personas reciben el anuncio del Evangelio, y creen en el Nombre de Jesús. Quien verdaderamente ha creído con fe, tiene comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, y consecuentemente con los demás hijos de Dios. (1:3). “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.” (1ª Cor.1:9).

Pero ahora, en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hecho cercanos por la sangre de Cristo. (Efesios 2:13) “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos han sido dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes (koinonos) de la naturaleza divina.” (2ª Pedro 1:3-4) Empero, si alguien es un simple profesante, sin una fe genuina, anda en tinieblas y está mintiendo cuando “dice” que tiene comunión.

Por lo tanto, la comunión con Dios es una realidad indisolublemente unida al hecho de la salvación, y al igual que ésta, no se puede perder. De hecho, no encontramos ningún pasaje que, refiriéndose al cristiano, confirme una cosa tal como la “pérdida” de la comunión. En el Antiguo Testamento encontramos la siguiente declaración divina: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. (Isaías 59:2). Sin embargo, la verdad del Nuevo Pacto en la sangre del Señor Jesucristo nos confirma que, referido a los creyentes, ahora “el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” Inmediatamente se plantea allí el lógico interrogante: “¿Qué pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?” La certera respuesta es: “En ninguna manera… Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados, y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Romanos 6:14-15; 17-18).

Es esencial recordar que todos los privilegios que gozamos como cristianos nos fueron otorgados, cuando creímos, como resultado de la obra de Cristo Jesús en la cruz a nuestro favor, y no por nuestros propios méritos.

Ahora, la pregunta obligada es: ¿qué ocurre cuando el creyente peca? ¿Se interrumpe la comunión? Aunque muchos suponen que sí, preferimos buscar la respuesta en las Sagradas Escrituras, antes que en las opiniones humanas.

Leemos en 1ª Co.12:12-13 :”Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo…”

El pasaje describe a la iglesia asemejándola a “un cuerpo” compuesto por muchos miembros, que han sido bautizados (sumergidos) para formar un solo cuerpo. Esos miembros son todos los genuinos creyentes en el Señor Jesucristo.

Si, por analogía, consideramos el cuerpo humano, no nos será difícil comprender que un miembro, digamos, un brazo, como consecuencia de una enfermedad o un accidente, puede quedar inmovilizado, quizás vendado o enyesado, pero no por ello deja de pertenecer al cuerpo. Ese brazo, aunque lastimado, y por un tiempo inactivo, seguirá unido vitalmente al cuerpo. Su “comunión” con el cuerpo no está determinada por su actividad, sino por sus coyunturas, nervios, vasos sanguíneos, etc. que lo unen y nutren a pesar de estar enfermo.

Un creyente, a causa del pecado -y según la actitud que tome ante su falta- puede sufrir las mismas consecuencias. Quizás por un tiempo pueda perder la movilidad o “función”, (“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función…” Ro.12:4) y es posible también que deje de disfrutar del “gozo de la salvación”, pero nunca perderá la salvación misma, ni la comunión inherente, por ser nada menos que un miembro del cuerpo de Cristo, que sencillamente no puede ser cortado.

A propósito, el Señor nos recuerda: “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él; porque el Señor al que ama disciplina. Y azota a todo aquel que recibe por Hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?. Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos.” (Hebreos 12:5-8).

Comprobamos aquí que en realidad la disciplina no se opone a la comunión, ¡Es parte de ella!: Dios os trata como a hijos. Entonces, la comunión con el cuerpo no es producto de nuestro esfuerzo por mantenerla, sino la consecuencia de “la vida” en común que tenemos en Cristo. “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, esto es Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Ef. 4:14-16)

En ocasiones suele confundirse “excomunión” con la administración de disciplina (extrema), como si fuera lo mismo, pero en realidad se trata de conceptos distintos. Quizás se considere a un hermano bajo disciplina como alguien “fuera de comunión” pero eso no tiene correlato en las Escrituras.

El creyente puede ser disciplinado en determinados casos, de modo que hasta se le prive de su participación activa en la Cena del Señor y en otras actividades de la congregación, pero nunca será “excomulgado” pues sigue perteneciendo a la Iglesia del Señor, de la cual una iglesia local es tan sólo una expresión. Esto se ve claramente en el caso del incestuoso de 1ª a los Corintios capitulo 5, aquí se establece claramente el trato diferente que la iglesia tiene que darle al que “llamándose hermano” comete un pecado del que no lo es (vs.9-12). En el verso 11 Pablo dice: “Con esos ni siquiera comer juntos”. Senén Vidal en su comentario sobre “Las cartas originales de Pablo”(Editorial Trotta)página 176 dice: “Ni siquiera comer juntos”: exclusión de las comidas comunitarias, en las que se celebraba la cena del Señor (se trata de un asunto comunitario, y no individual)

Aquí vale recordar un aspecto importante: Cuando el creyente participa en la Cena del Señor, no “comulga” -según el criterio que sostienen los Católicos Romanos en la misa, y otros grupos religiosos-, pues la Cena no fue instituida con el objeto de que los creyentes “reciban” la comunión. La Cena del Señor no “genera” comunión, es decir, no es el “medio” de comunión, aunque sí puede considerarse como una “expresión” de comunión, sin omitir que su finalidad principal es hacer memoria de nuestro Señor.

Para finalizar diremos que la disciplina nunca es un castigo con efecto penal (condena) y sólo tiene por finalidad la completa restauración del creyente. “Hijitos, estas cosas os escribo para que no pequéis, y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1ª Juan 2:1) Entonces, nadie puede “excomulgar” a un creyente. Y si acaso pudiéramos pensar en quien no es un creyente genuino, aunque haya pretendido “asociarse” con los cristianos, la verdad es que tampoco puede ser “excomulgado” porque nunca tuvo comunión alguna.

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